Domingo 08/03/2015. Teatro Cervantes
Texto y fotos: José M. Cortés
Al enterarme hace unas semanas de la celebración de un concierto en el Cervantes de tributo al grupo sueco se me pasaron por la cabeza dos ideas de inmediato. De una parte, la inevitable referencia a Las aventuras de Priscilla reina del desierto, con el punto naif y hortera que necesariamente tendría este espectáculo. Y, por otro lado, el que más fuerza acabó teniendo, el contrapunto festivo y loco que debe tener un buen espectáculo. Este último fue el que me animó a ir a ver un espectáculo que ha rodado por todo el globo con una buena acogida. Un espectáculo heredero del que ya vimos en 2014 Queen Symphonic rhapsody
Una buena entrada, compuesta principalmente por gente de mediana edad y jubilada; además de una importante presencia internacional, que me llamó poderosamente la atención.
Todo apuntaba a que iba a ser una velada divertida y que el público se involucraría en el show. Sin embargo, el recibimiento del espectáculo fue bastante frío, con unos simples y breves aplausos entre canción y canción. A ello también contribuyó en buena parte la elección del repertorio, cuyo comienzo incidió en temas menos conocidos de ABBA. Fue con Super trouper cuando algunas palmas empezaron a hacerse oír tímidamente entre los asistentes. Como decía un repertorio que fue de menos a más y en el que no faltaron clásicos del grupo como SOS, Dancing queen, Fernando, The winner takes it all, Thank you for the music, Knowing me knowing you, Mamma mia, Voulez vous o Waterloo. Diría que Gimme gimme gimme supuso un punto de inflexión en el recital ya que fue en la interpretación de este potente tema cuando se empezó a ver algo de movimiento entre el público.
En lo que se refiere a los músicos, hay que decir que la orquesta sonó muy bien, siempre por debajo de las voces para destacar el saber hacer de los cantantes. El buen sonido general se acompañó de unos espectaculares efectos visuales que dieron magia al espectáculo, que se nota hecho expresamente para una gira mundial potente, sin escatimar en medios.
Mención especial merecen los cantantes, ya que viniendo cada uno de una trayectoria larga y diferente, disfrutamos de un encuentro de voces muy distintas entre sí. De una parte, las voces más operísticas de Jakob Stadell y Alicia Nilsson, con timbres más limpios y dulces; tal vez más cercanos a los cantantes del emblemático grupo sueco. En contraposición con las tesituras vocales más duras de Michelle McCain, portentosa voz negra gospel, que podría recordar a la gran Tina Turner; y del cantante de metal sinfónico Thomas Vikström, con un torrente de voz en los altos y en los bajos al gusto. Desde luego sería el cantante de Therion -curiosamente acompañado en la banda por el guitarra de su grupo-, el que mejores momentos derrocho sobre las tablas de nuestro principal teatro. Eso sí, sin desmerecer ni un ápice el quehacer de los demás, cuyas interpretaciones obtuvieron menos recompensa de la merecida.
Cuatro voces que se disputaron los mejores momentos de la velada saliendo de entre el público apareciendo en algún palco, volviendo a aparecer en el escenario con un modelo de ropa distinto, en ellas predominaban las lentejuelas y los tejidos vaporosos y ellos con estilos más clásicos de aspecto más rockero.
No sé ya cual es el motivo, pero el respetable no terminó de dejarse llevar por este gran espectáculo tributo a los histéricos Anni Frid, Benny, Björn y Agnetha, hasta el final del concierto que acabó con todo el mundo en pie.
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One World Symphonic Orchestra
Las voces:
Thomas Vikström
Michelle McCain
Jakob Stadell
Alicia Nilsson
Rock Band
Batería: Trevor Murrell
Bajo: Pete Shaw
Guitarra: Christian Vidal
Saxo: Josemi Sagaste
Piano y teclados: Willi Medina
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