La visita de Rosendo a Málaga, unos cuantos años después, nos demuestra como tener edad, experiencia y kilómetros no tienen por qué ser motivos para la lentitud o el tedio.
Texto y fotos: José M. Cortés
Sala Paris15. 23/11/2013.Siempre se ha justificado que la falta de energía de los músicos de debe al temple de su genio, a la experiencia y a la edad. Sin embargo el señor Mercado demuestra que pasar de los 40 años de carrera artística es cuestión de que te queden tantas cosas que decir –como dijera Jesucristo García- y cualquiera que escuche a este gran rockero puede dar fe de que sigue con mucho guardado en la manga. Esta incombustible guitarra carabanchelera sigue dando caña y hay que reconocerle como el padrino del rock estatal, no sólo por su periplo en solitario sino por sus grupos Ñu y Leño. Además se trata de uno de los cantantes españoles más influyentes de grupos como Extremoduro, Barricada o Marea, al tiempo de ser uno de los que más simpatías y reconocimiento despierta entre sus colegas de profesión. De las muchas cosas que se pueden decir de Rosendo, quizá me quedo con lo entrañable y lo profesional que es y que, hay que reconocerle mucho, bastante más de lo que se le reconoce a día de hoy.
En esta ocasión llegaba a Málaga para defender su Vergüenza torera con un “power trio” con el que consigue un potente rock sin concesiones. Acompañado por bajo, batería y su inseparable guitarra estuvo haciendo lo que mejor sabe durante casi 2 horas arropado por un público que llenó el primer módulo de la sala, o sea, en torno a 950-1.000 personas. El público empezó acorde con la noche, un poco frío; quizá influidos por las condiciones térmicas o quizá porque el trío comenzase con temas de los últimos lp, como Vergüenza torera, A veces cuesta llegar al estribillo o El endémico embustero y el incauto pernitaz, donde las letras dan que pensar, como siempre. En las medianeras del concierto, ya con el ambiente caldeado, comenzaron los clásicos como Flojos de pantalón, Picaporte, ¡Qué desilusión! o Maneras de vivir que levantaron al respetable como hasta ese momento no habían hecho. Llevaba media hora cuando empezaba con las despedidas, y todos al unísono decían, “¿ya?, pero eso ¿cómo va a ser?, ¡¡¡imposible!!!”. Al mirar el reloj pensamos que hora y media era demasiado poco para ir cortando; pero haciendo un repaso preliminar del concierto, el ritmo no dio tregua alguna, de principio a fin, poca charla y mucha música, mucho rock’n’roll. Los compases rápidos nos sacudieron y cuando aún estabas asimilando las letras de la canción anterior cuando ya lleva un tiempo sonando la siguiente. Un concierto sin concesiones ni descanso donde no dio tiempo a aburrirse o ir al baño sin perderse nada.
Los músicos hicieron un trabajo excelente, demostrando oficio en el uso de cada instrumento, una pegada potente en la batería, un bajo incesante y preciso al servicio de la rítmica y una guitarra con marcado acento rockero, sin florituras ni adornos innecesarios, ritmos duros y contundentes. Lo cierto es que cumple con lo que promete, no hay virtuosismos en la parte instrumental, para eso están las letras. Respecto al sonido, no se percibieron apenas problemas de importancia y fue en general muy bueno.
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