Plaza de Toros de La Malagueta 12/09/2013
Texto: Carmen Titos | Fotos: Alvaro Carmona
Ya estuvo visitándonos en Madrid en junio con la Orquesta Sinfónica de Rumania renovando y enriqueciendo lo que Deep Purple y la Royal Philarmonic Orquestra inventaron por primera vez 1969 cuando mezclaron la sinfónica con el rock.
Steve Vai no cuadra en una categoría concreta, no es fácil de encasillar. ¿Es rock? ¿Heavy? Mamó de Frank Zappa, le preocupa investigar toda clase de emociones y delirios humanos con su instrumento libre y loco, y su uso de la guitarra es impecable. Excéntrico y extremamente hábil, con una espectacular y enrevesada pirotécnia, vacilón en posturas y gestos en sus directos y, con todo, nunca se equivoca. Steve no es fácil, hay que ser un oyente educado y esforzado y eso tiene recompensa.
The Story of Light pertenece a la trilogía Real Illusions en la que experimenta a través de los ojos de un protagonista demente e inquieto las múltiples y distorsionadas percepciones de la realidad. El álbum trae temas como The Story of Light, Book of the Seven Seals, The Moon and I, No more Amsterdam y People of the World, entre otros.
Durante el segundo y tercer tema estuvo permitido a los fotógrafos echarse prácticamente encima del escenario a inmortalizar a la peculiar figura. Steve se regodeó, jugó con ello, fue exhibicionista y gamberro. La zona de seguridad era mínima por petición del músico a los organizadores.
La jauría de fotógrafos fue invitada a abandonar el área vallada cuando empezaba el cuarto tema: Tender Surrender, del álbum Alien Love Songs, canción llena de alma y pasión. Las caras de satisfacción de los asistentes al reconocer el principio de esta joya eran un poemita de atardecer.
El aforo no estuvo todo lo completo que debiera. Al menos, delante de Steve se encontraba la masa humana que merece la ocasión. Pero desgraciadamente había huecos vacíos en la plaza que, si viviéramos mejores tiempos de zozobra económica, deberían estar rellenos de calurosa muchedumbre.
A Steve Vai le gustan los ventiladores que provocan que su pelo ondee al viento, dando la estampa del superhombre en contrapicado. Toca la guitarra incluso a mordiscos (literal) y usa y abusa del warming como sólo a él le está permitido. Se sienta para el Dying For Your Love. Steve hace el amor con su guitarra, con calma y entrega, y poco a poco sube la velocidad y el poder.
Dave Weiner, segundo guitarrista, desde muy temprana edad ha venido acompañando a Steve en las giras, y ahora, ya maduro, ha dejado el background para coger protagonismo y destacar con varios solos y varios cuerpo a cuerpo con el maestro. El bajista Philip Bynoe, tuvo brillantes momentos de destaque también, pero desgraciadamente la mayor parte del tiempo su sonido se perdía en una pelota de bajos imperceptible.
Steve se cambió de ropa varias veces, cuidó su indumentaria y accesorios. Regaló con varios instrumentos y subsecuentes sonidos, entre ellos su guitarra con teclas luminosas. Destaco su empatía. Miradas, complicidad, guiños, expresiones en un español pobre pero simpático; esencialmente se comunicó en su decidido inglés nativo de New York. Al comienzo señaló la Alcazaba iluminada y las montañas agradeciendo el acogimiento y varias veces se mostró sinceramente tocado cuando recibía un caluroso feedback del público.
La banda es capaz de complacer el gusto más hortera, con despliegues como el traje de luces, que convierte a Steve en un robot de ciencia ficción lanzando rayos laser de colores. Además de la batería portatil colgada de los hombros de Jeremy Colson también recargada de luz y color, semejante a los puestos portátiles de peladillas y pipas de la feria. Como le dijo Steve a su baterista con el armatoste: “One of yours tattoos came to live”.
Steve fue generoso, estuvo casi tres horas, desde las 21:30 hasta más de las 00:00. El público salió complacido con la satisfacción de tachar de la lista algo que definitivamente hay que hacer antes de morir.
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