Texto: Antonio Zafra | Fotos: Promocionales
Domingo 24 de Marzo, el invierno ha decidido asomarse a Málaga y la cubre de nubes grises que no descargan más allá de una llovizna. El Festival de Cine de Málaga se ha acabado, el compañero Mikel entrega la crónica del fin de festival a Aforo Libre que hemos cubierto como buenamente hemos podido a base de entrevistas por mi parte y crónicas por la suya. Ante semejante tarde de “mantita y peliculita” se plantea la opción de, paseando, ir a ver Dolor y Gloria y allá que vamos. Por el camino comentamos que algunos títulos de Almodóvar no hemos visto y que algunos otros títulos de los que vimos incluso ni nos gustaron siquiera, por no conectar o por no reírnos tanto como se prometía, así que entramos sin expectativas y con la navaja en los dientes, casi, bueno… guardada pero presta a sacarla para el desuelle. Elegimos el Cine Rosaleda, el pase de las 18:05, un pase tranquilo con gente de mediana edad. Todos avisados por la propaganda, promociones y entrevistas a ver un dramón de Almodóvar. Nos fuimos sentando. Los vecinos tuvieron el gusto de acabar con las palomitas casi con los trailers. Uno de los anuncios, una comedia española llamada Lo dejo cuando quiera, desata las carcajadas por un gag un poco “burro” y alivia la espera.
Créditos muy bonitos de Juan Gatti que también firma las animaciones de cuando se detallan las dolencias del protagonista...
Pasan en un suspiro la hora y cincuenta y tres minutos que dura la película y aparecen los créditos finales. Salgo, por la puerta que da a la estructura metálica a modo de escalera de incendios de los Cines Rosaleda y feliz por haber llorado en un drama (a eso iba, ¿no?) y por haber disfrutado del cine, de reconciliarme con la liturgia de la pantalla grande y de reconciliarme con el cine de Almodóvar y apuntando mentalmente ver las pocas que me faltan de la filmografía. ¿Qué ha pasado? A parte de retratarme como un habitual espectador del cine del manchego: que disfruta mucho cuando conecta y que se pregunta ¿pa qué se habrá metío en na? cuando no conecta con la película de turno; que va a ver su cine con una navaja en la mano, con la inquina de amante despechado porque alguna vez le falló y porque está entre harto de él y atrapado por su cine, al mismo tiempo. Sobre todo ha pasado que me ha vuelto a fascinar.
Junto con Tennesse Williams, Truman Capote, Andy Warhol, Terency Moix… forma parte de esos creadores o narradores homosexuales que con pocos tapujos o ninguno han ofrecido su vida y sus vivencias, el esplendor y la miseria de sus vidas y universos, a todo aquel que se ha asomado a husmear en sus creaciones. Las narraciones plagadas de visceralidad producen morbo, empatía a veces y fascinación ya que permiten muchas veces cuando llegan a la sinceridad absoluta en la creación la observación con tintes de voyeurismo de la vida de una persona que vive de una forma diferente a lo usual.
Pues eso es Dolor y Gloria. Almodóvar ha hecho un ejercicio de auto-ficción, ha creado un personaje de cómo él se siente, más que un retrato certero de cómo es él. Se ve avejentado, achacoso, aislado, con múltiples manías, todavía es autónomo pero está desvalido, deprimido y necesitado de ciertos cuidados. Ve que ha sido un creador, un vividor, un hombre generoso y un ogro y que llega a darle pena hasta a la empleada sudamericana (maravillosa escena) que lo atiende. No sé si busca que le tengamos lástima o si es una manera de pedirles a todos disculpas, que en el fondo es un hombre con un gran problema de soledad y aislamiento que sufre y que está “como una puta cabra”.
Para ayudarle en ello ha contado con un equipo técnico y artístico habitual y con un aliado fundamental, un amigo que lo quiere y lo conoce, y que soporta sus “tonterías” y achaques, una amistad de muchos años. Antonio Banderas deja de ser Banderas y se enfrenta a un reto muy difícil: retratar a un amigo y al director de más éxito a nivel mundial que ha dado España. Vale, que el personaje no es Pedro, que se llama Salvador… Eso habría sido al principio del proceso, por pudor o por prudencia. En un reflejo oscuro en un mueble en el que se está mirando Banderas vemos que Banderas es igual a Almodóvar. Banderas se pone sincero, busca conectar con los sentimientos de su personaje y hace un trabajo muy bonito dejándose llevar. El esfuerzo de contención y de mimetización es enorme. Trabajazo. Las escenas con la madre y la de la visita del personaje de Sbaraglia, maravillosas por lo sincero y lo ajustadas que están, así como el monólogo de Asier Etxeandia. Podría hacer incluso una versión de teatro de esta película con tantos interiores, por lo menos la parte adulta. Bueno, cómo se nota el teatrero que escribe… Iría a verla con gusto, seguro.
El reparto está sublime, Julieta Serrano, con la cara lavada, los rizos… se parece tanto a mi madre y a tantas madres de su época, que yo no podía dejar de llorar. Leornardo, Asier… que maravilla de entrega y “facilidad”. Escenas preciosas de echar “el moco”, insisto. Las partes que transcurren en el pueblo de la infancia, preciosas, naturales, bellísimas… Qué partido saca Almodóvar de todos y todo.
Y al final de la película: el trabajo de creación como cura y como redención del atormentado creador, y no digo más por si vais a verla.
Pues no. Y mira que llevaba la faca presta. Me ha encantado. Está en cartelera, vayan si quieren o han gustado de alguna película de Almodóvar que les va a encantar. Si son “haters” del director pues no vayan, aunque no iban a ir igualmente.
Guion
Pedro Almodóvar
Música
Alberto Iglesias
Fotografía
José Luis Alcaine
Reparto
Antonio Banderas, Asier Etxeandia, Penélope Cruz, Leonardo Sbaraglia, Julieta Serrano, Nora Navas, Asier Flores, César Vicente, Raúl Arévalo, Neus Alborch, Cecilia Roth, Pedro Casablanc, Susi Sánchez, Eva Martín, Julián López, Rosalía, Francisca Horcajo
Productora
El Deseo. Distribuida por Sony Pictures Entertainment (SPE)
Género
Drama | Cine dentro del cine