06/03/2021. Teatro del Soho CaixaBank.
Texto: Javier Titos García | Fotos: Ana Belén Fernández y Miguel Córdoba – Cortesía de la Academia de Cine
La denuncia nostálgica y reivindicativa de Las niñas convirtió a la cinta de Pilar Palomero en la película triunfadora de una noche redonda, en la que Málaga volvió a convertirse en capital del cine español por derecho propio.
Hacía mucho, mucho tiempo, que no asistía a unos Goya en los que fuera tan difícil, casi imposible diría yo, hurgar en su formato para encontrar defectos de forma o contenido. De hecho, lo único remarcable, en cuanto a lo denunciable se refiere, fue el bochornoso espectáculo que algunos compañeros de prensa dieron, al colarse en la emisión por Facebook una serie de babosos comentarios machistas; precisamente en la gala en la que más mujeres nominadas ha habido. Deberían rodar cabezas, pero eso se lo dejo a los responsables de que determinados individuos se encarguen de cubrir un evento de tal magnitud.
Con una realización soberbia, muy acertada, casando sobriedad y espectacularidad, con un guion a la altura de las circunstancias, sin dejar espacio a lagunas ni a contenidos vacíos o demasiado frívolos. Porque el horno no está para hacer el payaso ni para dar espacio a personajes que no deberían subirse a un escenario en celebraciones de este tipo, todo lo contrario al lamentable espectáculo obsequiado por los Premios Feroz, de los que me guardo el derecho a opinar de más, porque ni viene al caso ni lo merecen el resultado ni sus protagonistas.
Antonio Banderas y María Casado, apoyados en un guion firme y con pulso, consiguieron lo que otros muchos antes que ellos no lograron: dejar todo el protagonismo al cine, y pasar de puntillas por la gala para solo despuntar y deslumbrar cuando era preciso y necesario. Destacable el saber estar de un Banderas comedido a la par que emocionante, por ejemplo, cuando habló de todos los profesionales que no pisan las alfombras rojas: encargados de catering, conductores, carpinteros, vigilantes; mencionando a las familias de los trabajadores invisibles del cine, mostrando gratitud y solidaridad cuando tan mal lo están pasando también con la pandemia. Estuvo más que correcto, porque hay quien piensa que una película se levanta solamente sobre unas decenas de personas, cuando en realidad son muchos más los que pueden llegar a comer de una producción. Solo hay que ver los títulos de crédito de una película.
La intervención de actores internacionales a lo largo de la gala fue una buena jugada de Banderas, que demostró que, a día de hoy, es nuestro mejor embajador en cuanto a cine se refiere. Mariano Barroso, presidente de la academia, estuvo acertado en su discurso al subrayar que el cine ayuda a curar la tristeza y a superar el dolor, recordando a todos aquellos que se han atrevido a estrenar durante la pandemia.
El mayor logro de los guionistas fue convertir el principal inconveniente de la gala, la ausencia de los nominados, en su hilo conductor y mayor fortaleza. Las conexiones con ellos, la espontaneidad de algunos acompañantes desde casa, esa espera hasta que se leía el nombre de turno en el sobre, mantuvieron a los espectadores pegados a sus sofás sin tener que tirar de pamplina y humor grueso.
Las actuaciones estuvieron a la altura de una ceremonia que quiso homenajear a su cine pretérito, sobre el que se levanta el actual, aunque a algún modernillo de pacotilla se le hinchen las meninges solo de pensarlo, porque es verdad, porque es cierto. Subieron a las tablas del Soho Caixa Bank Nathy Peluso, interpretando La Violetera, Vanesa Martín, musicalizando uno de los in memoriam más emotivo que un servidor ha visto en los Goya, con Una nube blanca; y la joven Aitana, que dejó al personal con la boca abierta después de enfrentar un clásico del calibre de Happy days are here again, que pocos podemos imaginar en otra voz que no sea la de Barbra Streisand.
Luego llegaría el merecido homenaje a Berlanga, con un Carlos Latre efectivo y respetuoso imitando a Pepe Isbert, derrochando saber hacer y compenetración con Diana Navarro, mientras la cantante hacía suya la Coplilla de las divisas, de Bienvenido Mr Marshal. La aparición de Ángela Molina, una de las grandes damas del cine español, para recoger el Goya a toda una carrera, con un cuerpo de baile para darle entrada, dio pie a uno de los discursos más bellos que se han podido escuchar en una gala. Emocionante, humanista, bellísimo, digno de un animal interpretativo como lo es ella.
El momento más emotivo de la noche llegó cuando la enfermera Ana María Ruiz salió a la palestra para entregar el Goya a la mejor película, con un aplomo y una dignidad brutales, recordando a las víctimas, a todas, y afirmando algo que muchos ya sabíamos: "el cine es uno de los grandes cuidadores del prójimo". Luego llegó el momento de decir adiós, con la banda sonora de Desayuno con diamantes, interpretada fantásticamente, como toda la música que sonó durante la gala, por la Orquesta del Soho Caixa Bank, siendo un colofón final acertadísimo y memorable.
De hecho, un servidor opina que el cine documental se habría comido con patatas a sus hermanos de ficción si hubieran compartido más categorías. La debutante Pilar Palomero hizo historia al ser la primera mujer en ganar las estatuillas a mejor película, dirección novel y guion original, algo que solamente habían logrado anteriormente directores como Agustín Díaz Yanes, Alejandro Amenábar, Achero Mañas o Raúl Arévalo. De este modo las mujeres ponían al fin su pica en Flandes por derecho propio, pues también fue una noche histórica porque nunca ninguna mujer en la historia de los premios de la academia había ganado a la mejor cinefotografía, como hizo la noche del sábado Daniela Cajías, por su impecable trabajo tras la cámara, también en Las niñas.
Adú, con cuatro galardones, y Akelarre, una de las sorpresas de la noche, con cinco, se repartieron los premios técnicos, los primeros en concederse hasta que Las niñas comenzó a acaparar Goyas y no hubo más pescado por vender. Pilar Palomero se llevó también el de dirección novel, y, junto a los de reparto a Adam Nourou por Adú, y Jone Laspiur por Ane, se habían entregado ya siete en tan solo 25 minutos, todo un record que demostraba que la gala estaba pensada y medida al milímetro para no dejar espacios a la nada del aburrimiento. En las categorías principales que restaban en las que Las niñas no competían, Salvador Calvo ganó el de mejor dirección por Adú, y David Pérez Sañudo y Marina Parés se llevaron el gato al agua con el Goya al mejor guion adaptado por Ane. Solo en una categoría, la de animación, había un ganador seguro, que fue para La gallina turuleca, la única que se presentó. La otra cinta de la noche fue El año del descubrimiento, del director murciano Luis López Carrasco, que se llevó el galardón a mejor película documental y también el de mejor montaje. Lo del Goya a mejor película iberoamericana a Fernando Trueba por El olvido que seremos no tiene otro nombre que el de compadreo entre académicos, sobre todo compartiendo categoría con peliculones de la talla de las chilenas El agente topo y La llorona, y la magnífica película mexicana Ya no estoy aquí; mi preferida, sin ninguna duda. La mejor cinta europea fue El padre, aunque creo que Falling, de Vigo Mortensen, mereció también el premio. La mejor música fue para Baby, la película de Juanma Bajo Ulloa, y la mejor canción para Rozalén por Que no, que no, de La Boda de Rosa.
Veremos si la academia ha aprendido de su éxito de este año a la hora de planificar los Goya del que viene, y deje de buscar en el bufonerío la única opción para encarar una gala en la que no sobra el humor, no, pero queda patente que es necesario un guion y una producción acorde con la imagen que el cine español quiere dar de sí mismo sin que se tenga que recurrir siempre a las mismas maneras que tanto aburren, y en ocasiones abochornan.
Goya de Honor: Ángela Molina
Mejor Película: Las Niñas, de Pilar Palomero.
Mejor Dirección: Salvador Calvo, por Adú.
Mejor Actor Protagonista: Mario Casas, por No matarás.
Mejor Actriz Protagonista: Patricia López Arnaiz, por Ane.
Mejor Película Europea: El Padre
Mejor Película Iberoamericana: El olvido que weremos
Mejor Actor De Reparto Alberto San Juan, por Sentimental.
Mejor Actriz Reparto: nathalie Poza, por La boda de Rosa.
Mejor Película De Animación: La Gallina Turuleca
Mejor Película Documental: El año del descubrimiento, de Luis López Carrasco.
Mejor Guión Adaptado: David Pérez Sañudo y Marina Parés Pulido, por Ane.
Mejor Guión Original: pilar Palomero, por Las niñas
Mejor Dirección Artística: mikel Serrano, por Akelarre.
Mejor Montaje: Sergio Jiménez, por El año del descubrimiento.
Mejor Dirección De Fotografía: Daniela Cajías por Las Niñas
Mejor Cortometraje de Animación: Blue & Malone: Casos Imposibles de Abraham López Guerrero
Mejor cortometraje documental: Biografía del cadáver de una mujer de mabel lozano
Mejor Cortometraje De Ficción: A la cara de Javier Marco Rico
Mejor Música Original: aránzazu Calleja y Maite Arroitajauregi, por Akelarre
Mejor canción original: "Que no, que no", de Rozalén por la boda de rosa
Mejor Dirección Novel: Pilar Palomero, por Las niñas
Mejor Actor Revelación: Adam Nourou, por Adú
Mejor Actriz Revelación: jone Laspiur, por Ane
Mejor Dirección de Producción: Ana Parra y Luis Fernández Lago, por Adú
Mejores Efectos Especiales: Mariano García Marty y Ana Rubio, por Akelarre
Mejor Sonido: Eduardo Esquide, Jamaica Ruíz García, Juan Ferro y Nicolás de Poulpiquet, por Adú
Mejor Maquillaje y Peluquería, Beatushka Wotjowicz y Ricardo Molina, por Akelarre
Mejor Diseño Vestuario: Nerea Torrijos, por Akelarre