Texto: Javier Titos García | Fotos: promocionales
El biopic sobre Marilyn Monroe es una delicia audiovisual cargada de licencias que gusta o desagrada, se adora o se detesta, que situa a Netflix en la pole position de la carrera hacia los Oscars del año que viene con una apuesta arriesgada, personal, visceral, alegórica y poética.
Si algo ha conseguido Andrew Dominik con Blonde es no dejar a casi nadie indiferente, ni a público ni crítica. El estreno del peculiar biopic sobre Marilyn Monroe me pilló de viaje por Extremadura, y en los pocos momentos en los que tuve tiempo para leer críticas constaté que no había término medio; quienes escribían sobre ella la amaban o la odiaban. La película es un relato repleto de licencias ficcionadas que se mueve entre lo verídico y lo ficticio. Narra, haciendo uso de multitud de alegorías, la historia de la modelo, actriz y cantante, tratando de aportar una mirada moderna sobre la cultura de las celebridades y las consecuencias de la fama, acerca de cómo se construye un símbolo sexual, un icono; de los abusos físicos y psicológicos, del peso de las carencias afectivas y las consecuencias de las enfermedades mentales.
Incluso aquellos a quienes no les ha gustado la película aceptan que a nivel técnico la cinta es un ejercicio cinematográfico monumental, y lo mismo pasa en el apartado interpretativo. Esto es así, incontestable, por cuatro pilares sobre los que el director ha edificado su personalísima adaptación de la novela de Joyce Carol Oates: la brillante fotografía de Chayse Irvin, la maravillosa banda sonora de Nick Cave y Warren Ellis, que por momentos me recuerda al mejor Badalamenti, a Vangelis, o a un John Barry pasado por un tamiz de música sintética, en una partitura que funciona de maravilla con el diseño sonoro de la cinta y el montaje experimental, acertadísimo, que juega con los cambios de relación de aspecto de pantalla, la alternancia de blanco y negro a color; y para concluir, el comprometido trabajo de una Ana de Armas, pletórica, en un papel complejo y arriesgado, en el que ha hecho suyos los gestos y la voz de Marilyn. Muy probablemente en estos apartados la cinta consiga alzarse con alguna estatuilla en los Oscars, pero dudo mucho que lo haga ni como mejor película ni a mejor dirección. De todas formas, para la noche de los Oscars queda mucho.
En este acercamiento a la vida de la intérprete norteamericana, de ritmos pausados, oscuro y preciosista, por momentos brutal, excesivo y barroco, Dominik cumple, cercano al sobresaliente, durante la primera hora y media de metraje, al menos, pero pierde fuelle y ritmo durante los últimos sesenta minutos, en los que todo se embarulla, quizás como elección autoral con el objeto de radicalizar la última bajada a los infiernos de la actriz, pero en mi opinión es ahí cuando la película hace aguas, se pierde, abandona el camino que podría haberla llevado a ser una cinta redonda. Sin duda, su punto flaco es el guion.
Ha sido una apuesta arriesgada, valiente, sin concesiones, y servidor agradece ese arrojo en los tiempos que corren. Sabía desde el principio que no iba a ser un biopic al uso, que tomando la historia de Marilyn, Dominik pretendía denunciar desde el pasado el presente, planteando los polvos de los que vienen los lodos actuales. Sin embargo, y a pesar de haberla disfrutado, pienso que si la final la película hubiera mantenido el pulso inicial habría pasado del notable alto al sobresaliente.
A los que no han entendido que Blonde era una biografía cargada de alegorías y ficción les recomiendo que se queden con alguno de los muchos documentales que se han filmado sobre Monroe en lugar de vomitar con tanto odio sobre una película que solamente por su bellísima factura y calidad en lo interpretativo no debe calificarse como mala; puede no gustarte, pero nadie, objetivamente hablando, puede afirmar que es una mala película. Además, no sean crédulos, son minoría los biopics que no abusan de las licencias a la hora de alterar hechos verídicos, contrastados, para favorecer una determinada línea argumental, o simplemente porque guionista o director, en muchas ocasiones los dos si no son el mismo, han pretendido aportar su propio discurso a la trama fabulando e inventando situaciones salidas de la imaginación de cada cual o de la rumorología más novelera.
A pesar de sus carencias, y sobre todo por sus muchas virtudes, que en mi opinión pesan más, Blonde es una de las películas del año, le pese a quien le pese. Una pena no haberla podido disfrutar en pantalla grande.