Ciclo de Cine Francés. Cine Albéniz. 04/10/2011
Texto: Alberto Llamas | Fotos: web
Una de las objeciones a Seraphine es las sinopsis: la venden como una comedia o al menos como un drama amable y es un drama sin concesiones. Otra, sus dos horas de metraje (como suele decir una amiga “a esta le quitaba yo veinte minutos”).
Y una copia de mala calidad que sonroja un poco en un festival de cine francés que intenta reforzarse cada vez más.
Por lo demás, Seraphine es una sorpresa. Esperaba una comedia simplona y bienintencionada sobre una trabajadora doméstica a la que descubren su talento artístico y acaba feliz, reconocida, rodeada de personas queridas y hasta con pareja y niño (o perro). Nada de eso.
La baza incuestionable es su protagonista, una Yolanda Moreau que no aparece en las revistas del corazón pero que desde hace años se ha revelado como una de las actrices francesas más impresionantes. Tiene ahora 58 años y comenzó como educadora y haciendo teatro para niños. A Moreau la habíamos olvidado como la protagonista de la potente Sin techo ni ley (1985) de Agnes Varda , e incluso como la portera de Amelie (2001). En 2004 obtuvo el premio César por Quand le mer monte, que ella escribió, dirigió y protagonizó. En 2008 su papel en Seraphine le proporcionó otro César. Recientemente nos ha deslumbrado (a mí y a mis compañeros habituales de butaca) con sus papeles en la salvaje Louis-Michel (2008) y en Mamuth (2010), en esta última compartiendo estrellato con Gerard Depardieu (ambas dirigidas por la pareja de directores cafres en estado de gracia Gustave de Kevern y Benoit Delphine).
El guión de Seraphine juega una y otra vez contra nuestra expectativas. Llegamos al cine creyendo que va a ser la típica historia “de redención”, de “genio descubierto”. A los pocos minutos, las características de la protagonista nos hacen intuir que no va a ser así: una trabajadora doméstica de 1914, gorda, despeinada y en general antipática, roba sangre para hacer pinturas, no acepta fácilmente la ayuda de su protector alemán y una de sus primeras reacciones ante él son los celos, tiene una vena místico-friki… En su desamparo, Seraphine se aferra a la pintura como todos intentamos aferrarnos a algo que nos haga seguir adelante (la escritura, los hijos, la oficina, el deporte…).
En la película hay una sátira amarga del mercado del arte: cómo algo es valioso o no dependiendo de si un “entendido” lo descubre y pone en valor (nunca por sus posibles cualidades estéticas que enriquezcan nuestra cotidianeidad, o por la función de expresión personal que pueda cumplir). También es una parábola sobre el éxito y sus consecuencias (¿estaríamos alguno preparado para recibir este tipo de éxito? ¿nos compraríamos un castillo o un vestido de novia? ¿en qué consiste el éxito?). Otro de los elementos que sostienen la cinta (además de los actores secundarios, bastante eficaces) es la presencia de la naturaleza como una fuerza que proporciona paz y guía nuestro camino. Una película que sabiamente no lo revela todo, que nos deja un poso de tristeza y al mismo tiempo de admiración hacia una vida que, creemos, vale la pena vivir aunque a menudo sea amarga. Y es una historia real.
Ganadora 7 Premios César: Mejor Película, Mejor Actriz, Mejor Guión, Mejor Música, Mejor Fotografía, Mejor Dirección Artística y Mejor Vestuario
Ganadora Lumiere Awards a Yolande Moreau como Mejor actriz
Ficha artística:
Yolande Moreau: Séraphine Louis
Ulrich Tukur: Wilhelm Uhde
Geneviève Mnich: Mme Duphot
Françoise Lebrun: Madre Superiora
Ficha técnica:
Director: Martin Provost
Guionista: Martin Provost / Marc Abdelnour
Productor: Milena Poylo / Gilles Sacuto
Música: Michael Galasso
Fotografía: Laurent Brunet
Montaje: Ludo Troch
País: Bélgica / Francia
Duración: 125 min.