18/01/2014. La Caja Blanca.
Tres proyectos sobre el tiempo y sus desastres.
Texto: Alba Blanco Tomás. Imágenes: web
Poseo un díptico de la exposición 3 fragmentos de cronologías al azar, de Laura Franco (Málaga, 1985), María Reyes (Sevilla, 1988) y Aida Benoît (Málaga, 1992). Y lo guardo entre mis papeles porque, al igual que ellas, soy una recolectora de huellas.
La fragmentación. Recorro la breve Caja Blanca y encuentro las reconstrucciones de estas tres artistas. En compartimentos separados. Me adentro en sus cubos de memoria con un vaso de vino y buena compañía.
Aparentemente, sus proyectos no tienen relación alguna. Benoît tiene un trabajo limpio, conceptual; Franco es compulsiva, metódica y tremendamente poética; Reyes, teatral e imponente. Pero las tres hablan de duraciones. Y las tres reconstruyen a partir del desastre. Van recopilando tiempos. Reinterpretan. Reordenan y crean piezas que son una visión del pasado por medio de fetiches.
El trabajo de Aida Benoît, Reconstrucción de un origen, habla de la irreversibilidad del tiempo focalizando metafóricamente sobre materiales naturales como la tierra y la madera. Enfrenta material a representación: fotografías de piezas de madera enmarcadas en metal, composición en el espacio a base de materiales y enigmáticos esquemas. La numeración. La serie. Reconstruye con material ya marcado, destruido.
Destrucción y reconstrucción que me acercan a María Reyes, artista que me fascinó hace año y medio cuando conocí su espacio de trabajo en la Fundación Antonio Gala. En Propuesta escenográfica para una vivienda deshabitada hace acopio de demoliciones. Con fragmentos de pasado, acompañados de una catalogación geográfica de viviendas derribadas, crea un espacio de ficción lleno de huellas reales.
Huellas y poesía que me llevan siempre a Laura Franco. Los recuerdos son facturas a tu nombre, y otras frases geniales que Laura escribe entre listas de la compra, tickets, y todo tipo de papeles que nunca tira. “Un diario vertical formado por documentos”, en palabras de la artista, que exhibe grandes fotocopias, una pared cubierta con recuerdos, y una nostálgica serie a partir de letras de un piso adquirido en los años 70. Obra visual a base de palabras con las que no puedo dejar de experimentar una cierta empatía. Porque quizá es imposible ser un espectador pasivo cuando se leen fragmentos. Ya decía Michael Haneke (al respecto de uno de sus films, al que evidentemente las artistas hacen un guiño) que “la fragmentación es la única forma de abordar un tema con sinceridad”. Y salimos de los cubos. Y aparece el hilo narrativo.