18/03/2017. XX Festival Cine de Málaga. Cine en Español. Sección Oficial a Concurso.
Texto: Rosa Parra | Fotos: Festival de Málaga
Una película diferente, filmada en falso documental como si fuera un selfie en la vida de un pijo venido a menos. Provoca malestar y desasosiego. Quizás porque no hay catarsis.
No sé si se puede resumir esta película de Víctor García León que retrata la realidad de Bosco, un pijo hijo de un político corrupto. Podría tener muchas reminiscencias del cine y de la literatura clasicos, como la bajada de Dante Alligieri a los infiernos, o las farsas grotescas de guiñol de Valle Inclán; pero se queda en las comedias disparatadas de estudiantes made in USA. Incluso podrían haber creado un nuevo género de ficción... Pero se queda en una copia de un vulgar reality sin emoción, con seres vacíos que no se comunican entre sí, solo emiten sonidos inconexos carentes de verdad. Me niego a creer que la realidad actual española sea eso. Un vómito de borracho, un ruina de humanidad.
Es como un reality, género televisivo tan de moda en la actualidad como descarnado puede llegar a ser. Absurda e incómoda de ver, como esos mismos realities, y sin nudo ni desenlace que conlleven moraleja. Aunque por otro lado, se puede entender que en realidad toda la cinta en sí es una moraleja. Retrata las ganas de aparentar, de epatar, de vivir para la galería, de mostrar hasta lo más escabroso, de la adicción del mostrarse hasta la saciedad, aunque esa muestra sea grotesca y nauseabunda. Y en este caso lo es.
Santiago Alverú, como Bosco, protagonista de selfie, realiza una actuación super creíble, tanto que me gustaría verlo en otra interpretación para poder comprobar si es así realmente o si es un genio de la interpretación. Un cabeza hueca, advenedizo, clasista, aprovechado y sin capacidad de reflexión, ni por lo tanto de evolución. La película termina como ha comenzado, sin que el protagonista aprenda la lección. En este sentido el transcurrir de sus peripecias se hace un poco pesado, siempre más de lo mismo, sin solución de continuidad, mostrando siempre el mismo retrato de persona engolada, vacía y sin compasión. El final de la película se diluye, como una escena más de la trama, sin que el/la espectador/a sientan el punto y final. Si lo que su director, Víctor García, ha querido lograr es provocar el desencanto y la desesperanza, lo ha conseguido totalmente, la sensación final es de desasosiego, de estupor y de impotencia.
En esta imagen aumentada con la lupa de la cámara despiadada que no deja de rodar en ningún momento, no se salva nadie. Ni el sentimiento maternal, ni la solidaridad humana, ni el concepto de familia, ni los de derechas ni los de izquierdas. En todas partes hay “listos” que se aprovechan de las aguas revueltas de la clase social donde les haya tocado nacer o desenvolverse. Tienen el discurso aprendido y saben aprovecharse de cualquier sistema, sea éste político, social o humano, para que otros les mantengan. La pose es la misma, aunque el discurso social y el posicionamiento político sean opuestos. La caricatura lleva al esperpento (¿o no?), pero la realidad es totalmente reconocible.
En la rueda de prensa, Enrique López, uno de los productores, ha señalado que la película le parece "increíble" y que su objetivo es "tomar un 'selfie' de cómo somos en 2016". Por su parte el director dice que quiere que "la gente se lo pase bien", "Hemos enseñado lo que vemos, hemos intentado hacer una foto y mostrar lo que hay, supongo que detrás de una foto también se puede ver lo que uno piensa de la vida y se refleja esa sensación económica, vital y social de que no hay salida. La intención no es hacer una película con moraleja, sino una foto". En mi opinión lo ha conseguido todo menos lo de hacer reír, a mí al menos, las secuencias me revolvían el estómago y en algunas en las que el público asistente reía, a mi me daban nauseas. Es un filme que provoca sentimientos encontrados en las personas espectadoras. No se puede decir que sea una mala película, porque es diferente, original en la parte técnica y de montaje, con una historia actual y una crítica feroz; pero la extensión de metraje en la forma de contarlo o la reiteración de peripecias, aunque estas sean distintas, aburre, hace que el público espere el final, antes de que éste acontezca. En conclusión: se hace larga.
En la película, que, como ya he dicho, está rodada como un falso documental y con cámara a mano alzada, hay secuencias que se desarrollan en mítines del Partido Popular y de Podemos, apareciendo en pantalla el líder de la formación morada, Pablo Iglesias, y la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau. Asimismo, la portavoz del PP en el Ayuntamiento de Madrid, Esperanza Aguirre, hace un cameo involuntario. Sobre esto, García León ha bromeado diciendo que han podido rodar esas escenas gracias a que "el cine español no le importa a nadie". "Hemos pasado el guión al PP y a Podemos y creo que ni se lo han leído, pero nos han dicho que sí podíamos rodar", ha indicado, añadiendo que ambas formaciones "se han portado bien".
Personalmente he notado la faceta de cortometrajista del director, pues perfectamente esta película habría podido ser un corto-largo, sin llegar a largometraje. Las formas de rodar, el guión con diálogos de besugo y la historia sin estructura clasica, daban para ello.
El reparto, Santiago Alverú, Macarena Sanz, Javier Caramiñana, Pepe Ocio, el director así como los productores Jaime Gona y Enrique López estaban en la sala de proyección del Teatro Cervantes y han recibido el aplauso del público asistente, pero no sus votos, pues muchas personas tiraban la papeleta de voto a la papelera, porque no sabían cómo ni qué votar. Imagino que esta película es de las típicas denostadas o ensalzadas, que incluso puede llegar a ser de culto en un futuro lejano. Hoy día, no.
Producción: Apaches Films, Gonita, II Acto
Duración: 85 minutos
Guión: Víctor García León
Reparto: Santiago Alverú, Macarena Sanz, Javier Caramiñana, Alicia Rubio, Pepe Ocio