Texto y fotos: José Antonio Martín Santos
Dice Almudena Grandes que "cualquier princesa es, antes que otra cosa, un útero en el que el hombre, el príncipe, engendrará un heredero".
Parafraseando a nuestra escritora podemos decir que la ciudad es un inmenso útero donde alcaldes y plebeyos intentan engendrar herederos, alguien que lleve nuestra marca, nuestra firma, nuestro ADN, más allá de las fronteras físicas del lugar donde vivimos. Edificios, avenidas, parques, metropolitanos, etc. Aquello que creemos que necesita la ciudad y por lo que queremos que nos recuerden.
Eso es lo que hacen los grafiteros o los artistas urbanos, que tanto monta. Y a todos los llamo artistas aunque sean buenos o malos. No es la calidad de su obra lo que los denomina, sino su afán de transgredir, de crear una marca, su marca, y expandirla, de mostrarnos formas nuevas de contar cosas, de decir que por allí pasaron, de realizar denuncias, en definitiva de expresarse ante los demás, al igual que un escritor, arquitecto, pintor, etc.
La cantidad de economía, el dinero que cobran, que lo hay (en algunos casos), asociada a esa actividad no es lo relevante, lo relevante es el afán de transformar el mundo que nos rodea, en este caso la pared y a través de ella la ciudad.
En Málaga es la pintura con spray aplicada directamente a la pared sin plantillas (stencils) lo dominante. Valga el ejemplo de las obras del Bulevar Pilar Miró, de los laterales del Guadalmedina en su parte norte, los de los Baños del Carmen, Conde de Belalcazar, Salvador Allende, etc. Son escasos los autores que utilizan la pintura con plantillas. Aquí solo muestro dos de ellas (stop racismo y marca la X). Otros utilizan dibujos o impresiones sobre papel, que después de recortados, se pegan en la pared.