Texto: José Manuel López Gaona. Imágenes: José Antonio Martín Santos
El grafiti es propio de GAMBERROS. Un grafitero es, generalmente, un adolescente que pone su firma personal en algún lugar urbano, con el ánimo de que la gente lo vea; lo que no significa que quiera ser identificado personalmente. El principio es simple, ensuciar las paredes, fijas o móviles, de la ciudad para que unos cuantos, los que sí lo conocen, vean su “proeza”.
Hay una discusión sobre si esto es arte o no. Yo no me voy a declarar; me parece dudoso, a veces requieren de la policía más que de los críticos culturales. Pero en Málaga, los estudios sociológicos ven en los dueños de los perritos que van dejando las aceras y alrededores con mojones, un problema prioritario sobre los que debe luchar la policía.
Algunos grafiteros han derivado hacia la composición de imágenes, muy cercanos al cómic, y están considerados artistas actuales de mucho renombre. Vienen todas estas disquisiciones para publicitar una especie de “Capilla Sixtina” del grafiti en Málaga, que está en las paredes que encajonan el Arroyo Toquero, a la altura de la subida hacia el club hípico.
Lo que allí hay, puede causar las mismas polémicas sobre su pretendido arte como cualquier exposición que se celebre en está Málaga. Conozco gente que no les gusta Picasso y otros, que asisten a los conciertos del Cervantes, y cuentan que la música acabó con Mahler… allá cada cual.
No pretendo opinar sobre lo bonito o no de esta actividad, es más invitar a los aficionados a visitar este espacio expositivo al aire libre. Y son a estos a los que puedo pedir tolerancia hacia estudiantes de arte, o simplemente interesados en ello, que muestran su “individuación” (perdón) como un grito furioso y anónimo contra la institucionalización de una democracia, incapaz de cumplir con sus principios más obvios. Instituciones que generan exclusión en sus personas e iguales, entidades que a duras penas pueden lograr algo de credibilidad entre los ciudadanos para los que dice beneficiar.
El grafiti, que deja menos mierda en la calle que los perritos de los financieros y sus mamás, es un proyecto social capaz de generar adhesiones. El grafitero –generalmente más culto que el que lo culpa- se convierte en anónimo protagonista de esa vida que se está construyendo al margen de las instituciones, como las escuelas de arte, los bancos, iglesias y sindicatos… por no extenderme. Estamos creando más excluidos de los que sería razonable y ellos se expresan así: individualizando iconos entre los que se podrían identificar muchos de sus iguales, incluso gente mayor como yo mismo.
Porque tras esos “grafos” rezuma emoción, la misma que tras el Guernica –quizás me esté dejando llevar por el teclado- y ese sentimiento está desencadenado por la desigualdad, por esa dificultad para obtener las promesas de una sociedad que se las niega. Y esa misma conmoción les lleva a ocupar espacios urbanos; porque esos espacios son de tan ellos, como de las viejas madres de los financieros que nos la enmierdan con la caquita de sus perros.
El movimiento grafitero une en lo emocional a una juventud indignada, que en algunos casos, se identifica con “un imaginario novedoso” una “cosmogonía” creada por ellos, que es colectiva. Por ello antes dije que el grafitero responde a la “individuación” y no utilicé el individualismo. El grafitero no busca con sus actos un bienestar individual, sino expresar la unicidad de los individuos -mas o menos excluidos- frente a instituciones caducas. Se está asentando un arte que grita contra tanto bienpensante (generalmente trabajando en puestos de responsabilidad en instituciones financieras) que nos enmierdan las calles.
Comentarios
No lo considero vandalismo, ni gamberrada, son artistas que manifiestan su arte con métodos alejados de los convencionales.
Les mueve el ego, en el sentido menos peyorativo del término. No lo considero una protesta social, ni política, como ellos mismos se definieron: como “apolíticos”, aunque en uno u otro sentido, lo son. Esa rebeldía, actuar en la clandestinidad, con seudónimo o nombre de guerra para firmar con trazo firme, ensayado y estudiado, ¿no puede considerarse como grito de una sociedad “quemada”?
Nos contaron que su modo de actuar era ese, pintar en lugares de manera ilegal, sin permisos, sin papeleo, sin trámites. Esa descarga de adrenalina ante lo prohibido quizás sea una más de las razones que les mueven a hacer arte donde no puede hacerse arte.
Firmas, dibujos, formas geométricas, trabajo en solitario y en equipo. Los considero verdaderos profesionales. No trabajan con plantillas (criticaron a grafiteros de renombre que utilizaban plantillas “prefabricadas” para sus obras) , quizás con bocetos y , al encontrarse frente a la pared desnuda, la toman como colonos que desembarcan en una tierra sin descubrir.
Existe entre ellos el respeto, no ocupar zonas invadidas por otros, salvo acuerdo verbal. No les hace falta nada más.
En resumen, estas obras no se ven en museos, ni en libros de texto, ni en fotografías oficiales, ni siquiera en espacios dedicados al uso, como puede ser el reciente Soho; esto va más allá: es jugar a ser descubiertos, a ser respetados y admirados por los suyos y por los no suyos, siempre bajo una firma adornada con una técnica exquisita, adquirida tras años de formación tanto en la calle como en escuelas de arte.
Va mi admiración por todos vosotros, grafiteros de Málaga.