Texto: Fernando de la Rosa. Imágenes: Sabina Huber
La búsqueda de Sabina Huber en el arte, a través de los muy diversos recursos técnicos y estéticos que pone en liza, constituye una interesante reflexión acerca de conceptos como situación e identidad.
Vuelve Sabina a mostrarnos su incansable quehacer en el arte, y viene a hacerlo con generosidad y profusión en la Sala Axarquía, la mejorada y más veterana de las salas educativas de la comarca de la cual adopta su nombre.
Son ya algunos años los que Sabina lleva investigando sobre la ubicación de los lugares en la memoria, o tal vez, y más propiamente, en la memoria misma que estos lugares tienen de nosotros; investigando sobre cómo situamos estos sitios vividos, estos paisajes transitados en nuestro imaginario y qué es de nosotros en estos lugares. Pero sobre todo, preguntándose y preguntándonos ¿Cuáles son los caminos de la memoria para llevarnos hasta esos lugares? ¿Qué hace de un lugar cualquiera un sitio que ha anidado en nuestra memoria? ¿Es nuestra identidad la suma de huellas y capas superpuestas en la memoria del tiempo?¿Cómo se construye finalmente en nuestro ser la idea de lugar en el mundo?.
Estas y otras muchas preguntas se deslizan en el pensamiento durante nuestro encuentro con sus cartografías, y más aún, después de haber comprendido que la respuesta sólo podrá darse en el ánimo del que emprende los sinuosos caminos que desembocan irremediablemente en nuevas preguntas. Sin embargo, Sabina nos ofrece algunas opciones para no perdernos, aportando una lectura más pormenorizada y completa de sus cartografías, situándonos en el punto de partida: sus recientes estudios y su proyecto fin de carrera (2013).
En la realización de este original proyecto comienza ella por andar los caminos de la escultura cuestionando los procedimientos de la misma, (como antes lo hiciera Louise Bourgeois) sin rígidos armazones o estructuras, sino empleando con acertada intuición los r ecursos de las distintas labores de plegado, trenzado, cosido o pegado de materiales, tan distintos como el papel, la tela, la rafia o la malla de plástico. Estos elaborados mapas de la memoria, recrean en sus pliegues la constancia y determinación del tiempo dedicado, de un pensamiento orgánico y constructivo, que merodea los lugares en que nuestra memoria existe y habita, si bien se puede señalar que estas mecánicas constructivas, estos ritmos articulados en la creación de ciertos espacios mentales, como los que imprime en nosotros la memoria del instante, no son en absoluto ajenos a los procedimientos de la pintura, sobre todo en la obra de pintores como por ejemplo Juan Uslé. Sabina Huber entiende que en el arte aún no hay nombres para nombrar algunos de los procedimientos que emplea, y que además no son necesarios estos nombres que todo lo nombran. Sabina comprende que todo objeto elaborado es susceptible de alcanzar lo sublime a través de la poética de la creación artística, pues en todo existe un ánima viva que despierta a la luz de la idea.
El papel ajado, el color quemado, el óxido entre las fibras de plástico, se desvanecen entre los pliegues profundos sellando en su interior las huellas de una exigua vida útil. La elección de estos materiales podrá llegar a ser azarosa, sin embargo, su procedencia está indicada en un lugar concreto en el tiempo (una valla publicitaria junto a la carretera, un invernadero junto al mar…) que puede además estar señalado -ilustrado- por algunas series fotográficas de carácter documental, o como en este caso, por la filmación en vídeo de uno de estos lugares: un viejo reclamo publicitario que aún gira sin parar sobre su propio eje. No sólo los ovillos, en los que se genera el núcleo vivo de nuestra imaginación, en los que la materia, cargada de memoria, respira profundamente el paso del tiempo, sino también en sus vaciados, se recrea la circunstancia de haber tenido (soportado) un uso indeterminado pero abocado a la muerte, al que se le brinda la eternidad de un lugar en el arte. Los de unos y otros, ovillos y vaciados, son los entresijos de un lugar, más que de una obra, que existe porque Sabina ha inventado un recuerdo para ella, un sitio en la memoria, laboriosamente condensado, en el que el espectador queda prendido, inscrito en sus caminos, interrogado por el dibujo, por la forma, conectado a la fascinación de tan sugerente recorrido. En realidad el espectador acaba por descubrir una manera de dibujar -esculpir-, el tiempo perdido en un laborioso tránsito, la evocación de la idea -tan contemporánea- de que el arte es la manifestación del individuo como lugar en el mundo, y sus obras son, cada vez, una pregunta sin respuesta, a la incognita del tiempo.
Abierta hasta el 7 de Abril
Sala Axarquía del IES Bezmiliana.
Urb. Gran Sol s/n. Rincón de la Victoria. Telf. 952 40 35 48