Texto e imágenes: José Antonio Martín Santos
Estos versos de Chantal Maillard me sirven para dar pie a comentar a la obra reciente de Salvador Palomo que resuma por cada uno de los centímetros cuadrados de sus fotografías la esencia de su pensamiento y muchísimas de sus vivencias.
17 obras. 2 de ellas en forma de dípticos, aunque la gran mayoría están construidas sobre dos imágenes que se enfrentan y se complementan. Piezas que están situadas, en la sala-pasillo de la Diputación en calle Pacífico, de acuerdo a sus características materiales de forma y tamaño y a sus características simbólicas: su relación con las demás en el contexto del discurso subyacente.
Todas ellas tituladas de manera idéntica: Efímeros y nº de indicando el momento de producción.
¿Qué vemos? Salvador pone ante nuestros ojos cristales humedos por la lluvia, ojos que nos miran, reflejos, aceras y pavimento, transeúntes como marionetas, paredes y sus desconchones, grafitis, perros callejeros, los maniquíes en los escaparates, esculturas urbanas, las sombras, trazos infantiles en el suelo, los niños en al orilla del mar, el vuelo de las aves. Todo esto es el alfabeto de una obra que pieza a pieza se configura como un relato.
Pero ¿Qué relato? El relato de nuestro paso por la Tierra. Nos movemos asombrados, entontecidos mientras nos miran dioses demonios, objetos (variaciones de nuestro yo más íntimo). Estamos perdidos y solo la presencia del orden interior, de la geometría, nos hará libres.
Esta reflexión visual se muestra sugerente, hermosa, elegante y austera.
Austera en color.Elegante en la distribución de los personajes sobre la superficie cerrada de la imagen.
Sugerente porque cada unos de esos personajes, las personas que deambulaban, los grafitis de las paredes, los ojos bellos que nos miran, están para nosotros sin que ellos lo sepan.
Hermosas en fin porque son austeras, elegantes, sugerentes y están armoniosamente dispuestos.
Salvador construye un artefacto visual con lo fugaz y pasajero de nuestro tránsito por la vida como las emociones y reflexiones esenciales. Construye con el vocabulario visual de sus fotografías una metáfora de nuestro paso por el mundo: Somos reflejos, estelas, sombras. Huellas, rastros.
Salvador Palomo que empezó como pintor figurativo, siguió por los caminos de la abstracción pictórica, pasó a la escultura simbolista, llegó a la fotografía con una obra casi conceptual. Casi porque Salvador Palomo no pone por encima de la belleza formal de la obra la idea, el concepto, sino que busca un equilibrio entre la reflexión y la emoción. Equilibrio,que al fin y al cabo, nos permita contemplar desde nuestro cómodo sillón casero su obra manteniendo la interrogación por las preguntas que nos hace con la satisfacción por lo que vemos.