14/10/2017. Teatro Cervantes. Ciclo de Danza 2017.
Texto: Rosa Parra| Fotos: Daniel Pérez / TC
El Ballet Nacional de España triunfó en Málaga, en su paso por el Ciclo de Danza 2017, con su espectáculo Zaguán y Alento, en el Teatro Cervantes: el público aplaudió por bulerías, en pie, durante más de 5 minutos con gritos de “ole y ole”
Un espectáculo magistral, dirigido por Antonio Najarro, quien también tuvo que salir a saludar junto con sus bailarines, al finalizar el show, invitado por el clamor de los aplausos y los bravos, que salían de boca de todos los espectadores que abarrotaban el Cervantes en una noche triunfal para nuestro Ballet Nacional.
La primera parte, Zaguán, es la parte más flamenca del espectáculo. Con un cuadro flamenco de cantaor, cantaora, tres guitarristas y percusión. Para mí el zaguán es la parte más transitada de la casa, la entrada o la salida de lo público a la intimidad.
Esa sensación de transito, de movimiento, de precariedad, de estadío entre lo privado y lo popular es lo que he sentido viendo el espectáculo. Desde el vestuario, a la música, pasando por el movimiento, una danza depurada, que abarca todo nuestra danza española, dede la tradición a la vanguardia, introduciendo fusiones con otras tierras y danzas, que se fijan al folclore español de forma inexplicable, pero hermosa.
Las chicas con trajes de flamenca que más bien parecían camisones de dormir, en satén de distinto color de la gama cromática pastel, desde el nude al gris, pasando por el dorado o el plata, todos de baja intensidad, combinaba traje de gala con traje para dormir, lo que permite el tránsito de la realidad a los sueños. Solo los volantes de las enaguas de fuerte tono rojo, negro o verde, daban un toque de pasión según el revuelo que exija el movimiento. Desde la pasión amorosa, al desamor o a la esperanza. Todo eso visto en una zigzagueante ondulación de tejido. Acompañado claro, del quejío del cantaor, el de las cuerdas de una guitarra o el del movimiento limpio y preciso de una bailaora. Los chicos con pantalón de traje corto gris y camisas blancas con chalecos o sin él, acompañaban en este revuelo a sus parejas de baile, en una coordinación asombrosa por lo fácil y simple a la vista del espectador, pero difícil y trabajada en los interminables ensayos que supongo que llevarán detrás.
La limpieza del movimiento, la intención precisa, el zapateado depurado y elegante, y el braceo a medio camino entre el flamenco puro y el ballet clásico es lo que define a esta primera parte, en que cada número era en sí mismo una obra de arte en cuanto a plasticidad y malabarismo acrobático.
La versatilidad de los trajes, en el que una cola de una bata podía convertirse en unas alas, en un mantón, o en un juego de sábanas, y la agilidad y maestría en que sus dueñas los convertían, como si se tratara de malabares mágico, que ahora ves sin ver.
Estos número se sucedían sin solución de continuidad, como retablos independientes, unos de otros, con parejas, en grupos o con todos los bailarines y bailarinas a escena.
La Primera parte dejó el pabellón tan alto que parecía imposible de superar en la siguiente. Eso se comentaba en el bar del teatro.
Peor lo imposible se hizo posible, la segunda parte, Alento, sublimó lo que ya habíamos visto. Con una energía aérea que los hacía parecer levitar, con una elegancia que raya en gentileza de los miembros de la compañía, la galanura de ellos, la sutilidad de ellas, dotaban de distinción a cada número, en que más que zapatear parecían bailar claqué, rompiendo el flamenco en una danza contemporánea impregnada de él. La introducción de materiales y elementos ajenos al clásico español, como el número de las banquetas con el que finalizaron el espectáculo, dejaron la piel de público erizada de emoción.
Zaguán
Coreografía Blanca del Rey, La Lupi, Mercedes Ruiz y Marco Flores
Bailarines por determinar
Música Jesús Torres
Dramaturgia David Picazo
Alento
Idea original y coreografía Antonio Najarro
Bailarines por determinar
Música Fernando Egozcue
2.00 h. (c/i)
balletnacional.mcu.es