08/06/2019. Teatro Cervantes.
Texto: Antonio Zafra | Fotos: Promocionales BNC ©Rolando Pujol
Una oportunidad magnífica para admirar la técnica y la calidad interpretativa de esta compañía de ballet con el legado firme de Alicia Alonso aún en vigor.
Érase una vez, el sábado 8 de Junio del 2019, en una teatro cerca del mar, un grupo de bailarines cubanos que habían llegado a la ciudad con sus trajes, telones y mobiliario para contarles una bonita historia, el cuento de la Cenicienta, a los habiantantes. Se encontraron con un patio de butacas en el que había más años que en un bosque. Muy pocos niños, muchas canas, lustrosas y orgullosas. Así que dejémonos de cuentos, porque por muy infantil que sea la historia allí la gente lo que fue a ver es danza. Muy buena entrada de público acudió al reclamo de esta compañía.
Se encuentra en una época de transición. Este año ha entrado como subdirectora de la compañía, nombrada por el gobierno cubano, la intérprete Viengsay Valdés que protagonizó La Cenicienta que vimos en el Cervantes y que tiene la responsabilidad de modernizar la compañía, abrirla a nuevos creadores internacionales y, por supuesto, responsable del reto de encontrar el equilibrio para preservar el legado de Alonso.
Contar la historia de Alicia Alonso es contar la del Ballet Nacional de Cuba. Alicia cuenta ya con 99 años, se conserva muy bien y todavía tiene el título de directora de la compañía. Alicia es una coreógrafa inspirada y una intérprete virtuosa; se formó y trabajó por todo el mundo y se considera heredera de las escuelas rusa, italiana, inglesa y norteamericana. Con inteligencia supo que al crear compañía en cuba, debía potenciar los factores que otorgaba la isla a la danza: la expresión y la manera de sentir que le es propia, sin descuidar la técnica.
Gracias a que el gobierno cubano entendió que el ballet de Alicia Alonso era una manera de tener embajadores culturales por todo el mundo, ha podido disponer de los medios, dentro de las dificultades que sufren los cubanos, para tener una compañía de unos cien intérpretes y una escuela de danza de las mejores del mundo, cantera de la propia compañía.
Alicia Alonso ha sabido superar otro problema más: sus enfermedades oculares. Con 20 años se les desprendieron ambas retinas, ella se encontraba bailando en EE.UU. y se vio obligada a permanecer inmóvil durante un año en cama para recuperarse. Tras varias operaciones y recaídas en la enfermedad decidió que era más importante bailar que ver y volvió a ejercer, renunciando para siempre a una recuperación total de la vista. Bailo gracias a la ayuda de sus partenaires, a los que les mostraba fidelidad de años, y a luces guía que se hacía instalar en los escenarios. No solo ha sabido ejercer si no crear escuela y ser un ejemplo de superación. Las discapacidades son oportunidades que, mediante el ingenio, al ser sorteadas crean cosas nuevas. La sabiduría de Alonso ha podido con todo, también con la ceguera.
Esta versión de la cenicienta que vimos, cuenta con las composiciones de Johann Strauss y el libreto y coreografía de Pedro Consuegra. Éste nos ofrece una versión del cuento muy amable, basada en la de Charles Perrault. Los roles de la madrastra (interpretada por un bailarín con un traje con rellenos) y las hermanastras son marcadamente humorísticos. Consuegra da la oportunidad de redención y prosperidad a estos personajes al final de la obra: cansando a las hermanastras con buenos pretendientes y siendo perdonadas por la protagonista. Cierra el ballet el obsequio simbólico de dos palomas blancas, que fueron mascotas de la cenicienta mientras era obligada a hacer tareas domésticas y que la madrastra regala a los recién casados como símbolo de libertad, paz y buenos sentimientos. La estética es por un lado bufonesca para los personajes cómicos y estilizada y muy clásica como podéis ver en las fotos que acompañan la crónica. A esto sumarle los telones pintados y la iluminación general que dan al cuento una estética de ballet de toda la vida. Gran parte del primer acto y el primer cuadro del segundo son narrativos, en ellos se cuenta la historia con acentuados gestos histriónicos y sufrimientos almibarados que por el contexto y tono están perfectamente justificados y tienen coherencia estética con todo el conjunto de la obra. Los bailes de celebración de nupcias y de disfraces que están integrados en la historia son puro disfrute de técnica y de virtuosismo de los bailarines. Aquí es donde el público disfrutó más y aplaudía las distintas ejecuciones de los artistas.
Al final, una larga ovación que el público de Málaga derivó espontáneamente a dar palmas a compás, y sonoros bravos para los protagonistas. Estuvieron magníficos todos a destacar que la protagonista a sus 42 años hizo un trabajo exquisito. La función pasa rápidamente, muy amena siempre, muy bien ejecutada, todo con coherencia y buen hacer, apostando siempre por el estilo que se propusieron, aportando virtuosismo y belleza. Disfruté mucho. Es cierto que estamos en una obra de repertorio y que la coreografía tiene ya 20 años y que la propuesta podría actualizarse, pero eso sería otra obra y otro el trabajo; el que tiene precisamente la nueva subdirectora por delante. Esperamos que El Cervantes nos traiga lo próximo del Ballet Nacional de Cuba para ver la evolución de la compañía.
Ballet en dos actos con coreografía y libreto de Pedro Consuegra,
inspirado en el cuento de Charles Perrault
Música Johann Strauss (hijo)
Bailarines Viengsay Valdés, Dani Hernández, Claudia García, Ernesto Díaz, Maureen Gil,
Adarys Linares, Félix Rodríguez, Darío Hernández, Diego Tápanes y cuerpo de baile
Dirección BNC Alicia Alonso
2.00 h (c/i)