28/12/2015. Teatro Cervantes.
Texto: Susana S. Alman | Fotos: Marco Takashi
Hay quién puede pensar que hoy en día en una época dónde valoramos el mínimo esfuerzo y dónde puedes tener todo a un solo click, artes tan sacrificadas como la danza, el ballet como su máximo exponente, están abocadas a llamar en menor medida al público. Que deben innovar o morir.
Por suerte, la primera prueba de que hay cosas que siempre se mantendrán por su valor artístico aún en contra del paso del tiempo fueron las colas que se formaron fuera del teatro Cervantes para poder acceder a ver al Ballet Ucraniano de Odessa, colas que nos sorprendieron a muchos que estamos acostumbrados a asistir al teatro. Lleno absoluto, como pocas veces he visto.
El Lago de los Cisnes es un clásico del que posiblemente todos a estas alturas conozcamos el argumento, una joven bajo un embrujo que la obliga a ser cisne, solo recuperando su apariencia de bella joven en las noches, un malvado hechicero y un príncipe enamorado y dispuesto a salvarla. No hay innovación, no es necesaria, la pureza que trasmiten las conocidas piezas musicales, la intensidad y al mismo tiempo sutileza que puede trasmitir el ballet y que los más de cuarenta bailarines sobre el escenario trasmitieron es algo que si bien tenemos al alcance de un solo click en la era de internet, solo en vivo y en directo, puede hacer que te estremezcas.
El resultado es difícil de medir con palabras, pero se midió en aplausos. Un continuo arranque de los mismos por parte del público cada vez que había un solo momento de silencio y al final, un aplauso que duró desde el fin de la música hasta después de que bajase el telón y no, no es porque los malagueños seamos más dados a aplaudir, si no porque agradecemos salir casi sin palabras de ver simple y llanamente lo que hemos ido a ver: danza, pura danza. Sin grandes alardes técnicos, solo el resultado del esfuerzo diario y de la dura disciplina que es el ballet.
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