14/06/2023. Teatro Echegaray. Factoría Echegaray
Texto: Elisabet González | Fotos: Juan Mir
El Teatro Echegaray se engalanó en la tarde de ayer para presentarnos Libidinal, su última propuesta de Factoría. Para empezar y concluir diría que Libidinal, por el tema, la forma de expresar, los participantes y la estética, es una propuesta que no dejará indiferente a nadie que se acerque al teatro. De sobras conocida por nuestras tierras, la bailarina y coreógrafa urugaya afincada en Málaga, Lula Amir, se atreve a dirigir por primera vez y nos trae su Libidinal, un marco de reflexión sobre el deseo. En palabras de la propia autora: ‘Impulso, raíz, motus, deseo, energía que acciona’. En aforo libre no hacemos más que apreciar su trabajo y hace unos días la entrevistamos para que nos contara más sobre este proyecto.
Complementan el trabajo David Ojeda al diseño de luces y Daniel Blacksmith como compositor y productor de la música original de toda la obra. Ambos interfieren en los sentidos del público, creando una atmósfera perfecta a las sensaciones que se respiran en el ambiente. Y por supuesto, una mención a las cuatro bailarinas protagonistas, por su osadía y fuerza para utilizar su cuerpo como único medio de expresión, para transmitir algo tan primitivo como el deseo, la satisfacción. Ellas en sí mismas se convierten en objeto de deseo y en desecho. Dos caras de una misma moneda, tan difíciles de saciar como por momentos de hacer llegar al público.
A partir de aquí, el debate está servido y la interpretación es totalmente personal y única. Libidinal es un ejercicio de imaginación permanente y una herramienta para indagar en lo que cada ser humano entiende sobre las posibilidades de satisfacer nuestros deseos más profundos. Y en mi interpretación me pregunto, como punto de partida, dónde realmente encontramos el placer. Éste no es una fuente inagotable de recursos, si no todo lo contrario. Es un punto de inflexión al que se llega para después caer, o, mejor dicho, no satisfacer. En el principio de la obra, sublime por su potencia, unas luces dejan paso a las sombras. Un desgaste físico extremo de las bailarinas nos lleva a sentirnos exhaustos. Detrás de las sombras pueden permanecer unos títeres manejados por esa pulsión, esa energía del deseo como motor de la vida, de la que se habla en la obra. ¿Qué ocurre cuando nadie nos ve? Caemos y no nos mostramos, luchamos por subsistir, llegando la mayoría de veces al fracaso. Nos levantamos de nuevo para volver a buscar el objeto de deseo, con la finalidad última de volver a empezar el ciclo. Hay que tener claro a dónde llegamos cuando no podemos más, donde nos movemos a partir de ese punto. El movimiento nos hace buscar para saciarnos de nuevo, para llenarnos de más impulsos que nos revuelven en una espiral interminable. Si paramos el movimiento, tensionamos el momento. No nos podemos parar, si paramos, morimos. Si te quedas quieto, pierdes el equilibrio. O aguanto o caigo y si caemos, volvemos a colmar las necesidades, a sobre alimentarnos física, emocional e intelectualmente. La obra libidinal habla de excesos, de sobresaturación. Y el exceso nos lleva a más exceso y a veces a aburrimiento. Y el aburrimiento a búsquedas inertes, exentas de contenido.
A la salida del teatro, pude preguntar a varios asistentes que definieran algunas sensaciones producidas por la obra: angustia, exceso, visualmente interesante, cruda, deja exhausto, crea flojera, pero por encima de todo, intensa. Yo me quedaría con un texto concluyente que se muestra en la obra y que nos acerca más si cabe a las especulaciones que hacemos sobre como cubrir nuestros deseos:
Caer sin resistirse.
Coreografía y dirección: Lula Amir
Ayudantía de dirección: Iro Vasalou
Elenco: María Molina, Paloma Ramos, Paula Campos y Andrea Muñoz
Diseño de luces: David Ojeda
Espacio sonoro: Daniel Blacksmith
Escenografía: Marina Calvo
Agradecimientos bostonwear.com