Tres parejas de bailarines en el escenario y un músico en directo, Jim Pinchen, que además es el compositor de toda la música…
Lugares extrañamente desastrosos
Autora: Rosa Parra Moreno Fotos: Web
Teatro Cánovas. 09/11/2013
Decir músico es quedarse corto, porque es un auténtico hombre orquesta: toca el violonchelo, la guitarra, canta y maneja la mesa de mezclas para generar sonidos que apoyan el movimiento escénico.
El coreógrafo británico Thomas Noone ha creado una obra de danza contemporánea en la que los bailarines (Karolyna Szymura, Javier G. Arozena; Alba Barral, Arnau Castro, Jerónimo Forteza; Elena Montes) ejecutan con precisión técnica una partitura de movimientos que en ningún momento recuerda la danza clásica de la que seguramente proceden, puesto que no hay otra forma de estudiar danza en España. Es lo que más llama la atención de esta puesta en escena, que no se muestra la ruptura con la danza clásica, sino que se vive la danza desde otro contexto totalmente diferente, sin necesidad de medirse por contraposición del género que los formó.
Fundamentalmente la coreografía que hemos disfrutado ejecuta un baile minimalista, pero lleno de matices que enriquecen la expresión corporal y ayudan al espectador a reconocer y reconocerse en muchas situaciones de la vida cotidiana que se generan al vivir en pareja. La partitura está basada en el impulso-contraimpulso, movimiento muy acertado para expresar lo que se quiere contar en esta obra que es las diferentes formas de evolucionar de cada pareja o de una misma pareja en diferentes momentos de su historia. También se juega con el movimiento contagiado y encadenado entre dos que oscila y vuelve a la persona que lo inició.
La primera pareja evoluciona en un baile desincronizado en el que no se encuentran sus miradas. A pesar de hacernos entender mediante un lenguaje corporal muy expresivo que hay amor entre ellos, no atinan a que coincidan en sus momentos de expresárselo mutuamente.
La segunda pareja baila de manera crispada y tensa. Están al borde del abismo pero lo envuelven en la cotidianidad de la vida en común y solo saltan chispas dentro de cada uno de ellos, La contrariedad es difícil de disimular por lo que ambos saben que las cosas no van bien, sin embargo continúan juntos e intentan gestos de normalidad que no son bien recibidos por el otro miembro de la pareja. Cierran los ojos ante la disolución del vínculo.
La tercera pareja baila la danza de los horrores, es la agresividad en estado puro. Su relación es sadomasoquista y se van alternando en los papeles de agresor y agredido en un círculo vicioso que los envuelve cada vez y los aprisiona. La pasión sexual estalla entre ellos con fuerza, pero no son capaces de canalizarla hacia la comunicación y el entendimiento, la dirigen a querer medirse entre ellos y a intentar dominar al otro. Agresivos activos ambos no sucumben a la pasividad, a pesar de dejarse masacrar por el otro y no saber o querer poner distancias. La violencia de sus estampan conmueven en lo más profundo al espectador/a, pues lo convierten en observador pasivo y cómplice de la violencia doméstica.
La coreografía evoluciona desde la exposición de un solo de parejas sucesivas, como forma de presentación de cada una de ellas o de cada forma de relación, para luego discurrir en paralelo simultaneando acciones de dos o de las tres parejas a la vez en escena. La interrelación de las tres parejas, está muy medida y lleva a un juego escénico muy complicado que requiere de una sincronización exacta y conlleva una precisión técnica que no permite improvisaciones.
La escenografía es simple y permite la interrelación de espacios, así como el intercambio de objetos, vestuario o mobiliarios. Seis paneles blancos en el fondo como un biombo que con separaciones pequeñas entre ellos por donde salen y entran los bailarines. Jarrones con rosas rojas en el suelo del lado izquierdo de la escena que juegan después un papel en la interacción y una mesa.
Una danza de múltiples riquezas, que exprime los recursos del cuerpo y del cuerpo a cuerpo como elemento escénico primordial, un ritmo trepidante y un dialogo corporal muy expresivo. Seis bailarines con un saber hacer elegante, preciso y de gran calidad profesional.
Al finalizar la representación se produjo un encuentro del equipo artístico con el público asistente en el que se admitían preguntas y expresiones emocionales sobre lo presenciado.
TND. Thomas Noone Dance. Lugares extrañamente desastrosos.
Coreógrafo: Thomas Noone
Ayudante coreográfico: Nuria Martínez
Música: Jim Pinchen
Iluminación: Enric Alarcón
Bailarines: Silvia Albanese, Javier G. Arozena, Alba Barral, Arnau Castro, Jerónimo Forteza, Elena Montes
Duración: 60 minutos