07/08/2018. Festival Terral 2018. Teatro Cervantes.
Texto: Rosa Parra | Fotos: Laura Fernández Pereiro
Rocio Molina sorprende con un espectáculo alternativo: Grito Pelao, en el que la maternidad y lo que la rodea es la temática principal.
Ya en la entrada me llama la atención que entre el público que asistía había muchas mujeres embarazadas y muchas madres con sus bebés. La temática teatral, la dirección visual y el tono a veces onírico, a veces muy terrenal, poetico y prosaico a la vez, del espectáculo que nos ofrecía Rocío Molina, con la voz de Silvia Pérez Cruz y el baile de ella misma y de su madre Lola Cruz, me dio las claves para entender este tipo de afluencia entre los espectadores.
Mas que un espectáculo de cante y baile flamenco, me parecío una performan en la que Rocío, con arte, encanto e ingenuidad, nos cuenta el momento vital que atraviesa, regalándonos sus impresiones, sus ideas y su actitud frente a la maternidad.
La escena nos recibe de blanco ,con una piscina de agua en el centro, sillas blancas, una barra de ballet blanca al fondo y arena blanca, todo dentro de un cuadrilátero (en vez de tablao) blanco, sin forillo y sin telones. Rocío se contonea sentada en una silla, al ritmo de un sonoridad extraña que recuerda al sonido ambiente de un avión, o un a un lugar con ventolera sorda. Al final del espectáculo además de otras sorpresas se nos da la oportunidad de identificar esa música y saber de dónde proviene. Su vientre hinchado y su ombligo adquieren protagonismmo visual.
Todo en el show es auténtico, original, privado e intimo. La forma dialogada de introducirnos en lo que vamos a ver es ingenua y coloquial a la vez, sin pretensiones. No vemos a una bailaora, no al menos a la típica usanza, Rocío crea movimientos nuevos, como la voz de Silvia, que la acompaña, que nos trae sonoridades de fado y de tango, con algún símil de quejío. Rocío se siente arropada en escena por su madre y por Silvia, que actúan como comadronas de un parto musical y plástico. La primera expresa con su cuerpo y sus limitaciones de gestante, la segunda pone su voz y su esencia y la tercera aporta su papel de nexo de unión en la linea hereditaria, con su plástica y su baile. La presencia escénica de las tres es innegable e imantadora.
El tempo es muy importante en un espectáculo, y mas si es un musical. Algunos momento del mismo se hicieron largos, ese tempo se podría haber acortado, una vez contado lo que se tiene que transmitir, no debe redundarse. Por lo demás, se creó un ambiente relajante, onírico, terrenal, básico y superfluo a la vez. Enigmático y comprensible, con garra y sosegado. Con mucho arte implícito y explicito.
Idea original y coreografía: Rocío Molina
Dirección artística: Carlos Marquerie, Rocío Molina y Sílvia Pérez Cruz
Dramaturgia: Carlos Marquerie
Concepto musical, música y letras: Sílvia Pérez Cruz
Composición flamenca: Eduardo Trassierra
Paisaje sonoro: Carlos Gárate
Ayudante de dirección y coreografía: Elena Córdoba
Diseño de vestuario: Cecilia Molano
Elenco: Rocío Molina, baile - Sílvia Pérez Cruz, voz - Lola Cruz, danza - Eduardo Trassierra, guitarra - Carlos Montfort, violín - José Manuel Ramos ‘Oruco’, compás - Carlos Gárate, electrónica
Coproducción: Chaillot, Théâtre National de la Danse, Paris; Grec 2018 Festival de Barcelona - Instituto de Cultura, Ayuntamiento de Barcelona; Festival d’Avignon; Théâtre de Nîmes – scène conventionnée d’intérêt national - danse contemporaine - art et création; Bienal de Flamenco de Sevilla. Con la colaboración: Festival Temporada Alta - Girona; Teatros del Canal - Madrid.
Rocío Molina es artista asociada de Chaillot - Théâtre National de la Danse de Paris.