07/12/2018. La Cochera Cabaret.
Texto: Cristina Gandarias | Ilustración: Jesús Román | Fotos: Salvi Pérez
Muchas son las cosas que nos provocan cabreos serios en nuestra vida cotidiana, y con ello pensamos que vamos a incidir en la solución, pero nada más lejos de la realidad. El desastre que nos ha provocado el enfado sigue exactamente en el mismo punto que lo dejamos y nosotros con un desgaste más, y no nos contentamos con eso, sino que, con frecuencia esa energía negativa que hemos generado nos lleva a buscar otra causa por la que quejarnos y así podemos entrar en un bucle parecido al día de la marmota pero con diferentes sucesos cada día.
Salvi Pérez nos cuenta estas cosas que nos generan conflictos pero en clave de humor, con lo que la espiral que nos atrae a caer en barrena es la risa, y la manera de reaccionar de nuestro cuerpo y mente es otra totalmente opuesta a la que os describía al principio, siendo las acciones que lo provocan las mismas, véanse por ejemplo, las obras del metro, el aparcamiento en el centro o la llegada al parlamento andaluz de VOX.
El humorista vino acompañado de compañeros de la profesión a quien iba dándoles paso, interrumpiendo el ritmo para hacernos pasar a otros tempos y otros temas, con el riesgo que eso supone, por lo que es de agradecer su acto de generosidad para con la profesión.
Destacable fue la valiente que salió en primer lugar a modo de presentación y que nos hizo una disertación y análisis de la obra 50 sombras de Grey en un tono sarcástico, quizás la conozcan por el audio en el que llamaba al programa de Carlos Herrera para contarle el libro que quería releer desde la tranquilidad. Sí, ella es Araceli, la fosforera que hace unos años se hizo viral hablando de la trilogía del señor Grey. Su nombre artístico es Chely Capitán y doy fe, para todas aquellas personas que en su día escuchasteis el audio, que la reconoceréis enseguida y recordareis perfectamente esa llamada a la radio.
La noche la completaron Jacob Torres y Barbosa. Diferentes tipos de humor para una noche en la que el mundo se podía haber arreglado con las más de dos horas que duró la sesión de risoterapia.