27/05/2019. Teatro Cervantes
Texto: Mikel Villar | Fotos: Faemino y Cansado
No se pueden meter más palabras en 90 minutos de espectáculo
Con un Cervantes a rebosar y tras cinco reveses de izquierda, Carlos Faemino y Javier Cansado deleitaron al público malagueño con su verborrea característica llena de dobles sentidos, juegos de palabras, delirante por momentos, apabullante en el cenit y cargada de humor del bueno.
Básicamente nos contaron dos anécdotas, su viaje a Australia y el día que conocieron a un Marciano, pero a su estilo. Sólo dos historias que encierran cientos de retruques y recovecos y que estiran como sólo ellos saben hacer, es el arte de “irse por los Cerros de Úbeda”. Casi sin tomar aire ni para respirar, Faemino y Cansado conversan con el público como aquel señor mayor que apoyado en la barra del bar te cuenta sus historias de cuando era joven, como esa señora que te toca en el asiento de al lado en el tren y te habla de sus nietos, como de andar por casa.
No pudieron elegir un título más obvio para este espectáculo, todo el mundo les conoce y nadie esperaba encontrarse algo distinto de lo que se vio, eso es solera. Las carcajadas del público arrancaron en el minuto uno y no pararon durante toda la actuación que terminó con una gran ovación y varias salidas al escenario para saludar al respetable.
¡Quien tuvo retuvo! Parece que será la última gira de Faemino y Cansado. Llevan un tiempo amenazando con la retirada y tras 30 años en la palestra, buscan un descanso, aunque no una retirada definitiva como demuestra Cansado todas las semanas en el programa Ilustres Ignorantes del Canal #0 junto a Javier Coronas y Pepe Colubi.
Desde aquella actuación que les lanzó a la fama en el programa Pero ¿esto qué es? de TVE con su mítico chiste de El Águila, estos dos casi señores mayores que no se meten con nadie famoso, que no hablan de apps, de internet, de política o de Juego de Tronos han creado un género particular y único.
Cansado lleva el peso del delirio verbal con su particular derroche de ingenio, con ese lenguaje que juega entre lo vulgar y lo pedante, a la vez que Faemino completa visceralmente con sus apostillas, sus silencios y sus gestos en una catarsis del humor genial. En su peculiar estilo, donde el humor de lo que cuentan está en la narración alargada hasta el exceso surrealista y no en el culmen final que hace gracia por lo absurdo que es, es donde estos dos compañeros inseparables y perfectamente sincronizados han cimentado toda su carrera. Son únicos en esto y nadie lo hace como ellos.