04/02/2020 | Teatro Cervantes
Texto: Antonio Zafra | Fotos: Promocionales.
La compañía portuguesa vuelve a Málaga por tercera vez con este montaje, los asistentes reconocieron el trabajo y ovacionaron largamente a los intérpretes.
Martes cinco de febrero del 2020, tocaba Hamlet en el Cervantes y Málaga estaba envuelta en una niebla espesa e inquietante. No es Elsinor ni Londres, es Málaga. La ambientación me parece de lo más apropiada y allá que vamos. Son las siete y pico y ya es de noche. Mola todo. Con esta ambientación, que parece que te va a asaltar un sepulturero en una esquina con la calavera de Yorick para que te marques un soliloquio; pues pese a toda esa bruma, no hace frío, (ése frío) y no se te hiela el alma, y no se teme que te asalte en vez de aquél, el fantasma del padre para exigir venganza. ¡Ay oma!
Llego a la puerta del Cervantes y me encuentro al ciento y la madre de teatreros conocidos mios y “fans”, así en plural, de Hamlet tal y como me esperaba. Saludos y para dentro, charlamos de lo humano y lo divino lo dejamos para la salida.
Patio de butacas a medio gas. En todos los pisos se ve público. El espectáculo está recomendado por la comisión artística de la Red Española de Teatros, Auditorios, Circuitos y Festivales de Titularidad Pública, es decir está recomendado por una comisión que engloba al grueso de los espacios en España, que la titularidad privada es mucho menor.
Avisos, comienza la representación. Escena desnuda, sólo se aprecian unos cuantos elementos de atrezo al fondo. Cuatro intérpretes, tres hombres y una mujer, hubo un tiempo que este montaje era paritario, dos y dos, pero ha terminado así y no sé más. Todos vestidos con traje de chaqueta y corbata tipo ejecutivos. Estos cuatro intérpretes hicieron todos los personajes, el personaje de Hamlet se lo fueron turnando según qué escena y hay momentos en que Hamlet lo encarnan tres y hasta cuatro actores a la vez. Esto me pareció estupendo para escenificar la locura y las múltiples caras que presenta el personaje durante la función, con dificil justificación y ejecución en el modo tradicional, un solo actor.
Sólo con los trajes y un alarde de imaginación para buscarle posibilidades de uso a lo poco más que llevaban: fundamentalmente corbatas, también chaquetas, más onomatopeyas, expresión corporal y vocal; las luces… pues con poco, con una escena vacía, recrean, ambientan y ejecutan los diferentes pasajes de la historia. La historia está actualizada, en vez de un reino, en vez de la Dinamarca del original, la obra está situada en una multinacional, con sus ascensores, ventanales, sótano, azotea, que vimos sin que estuvieran, todo a base de imaginación y trabajo actoral.
La creación del espectáculo es colectiva y con dirección de José Carlos Garcia, Cláudia Nóvoa y Tiago Viegas, tanta imaginación no puede salir de una sola cabeza. No sé cómo han afrontado la sustitución que veo que han tenido que hacer, porque el espectáculo es complejo.
Los actores no paran. Todo momento está exprimido para buscarle una expresión nueva. Algunas escenas son preciosas como la conversación en la cornisa de la azotea de Hamlet con el fantasma de su padre o la muerte de Ofelia en el bosque ahogada en el rio. Esta escena en el original está narrada en un monólogo y no se presencia en vivo, en su momento el autor original convino en que era la solución más práctica y sin renunciar a la emotividad… Pues resulta ser que la muerte de Ofelia, al recrearla la compañía portuguesa, esta vez sin texto, con lenguaje gestual, onomatopeyas y con su buen gusto y buenísima técnica de expresión corporal ha resultado sublime. Hallzgo. Por estas dos escenas sólo ya merece la pena ver el espectáculo.
En la versión han optado por la comedia en gran medida, hay muchos momentos hilarantes y, aunque las situaciones nos hayan hecho reír, la tragedia se impone al final, acabando como se presagiaba.
Todo esto durante 75 minutos, extenuantes, en los que no han parado prácticamente nada. Acabó como digo como todos sabemos, y el público arrancó a aplaudir, los actores salieron a saludar tres veces, el público en pie.
Salgo a la plaza Gerónimo Cuervo, charlita con los teatreros "fans", en plural aún, de Hamlet. Aplaudieron todos sin remilgos porque es indudable que es un trabajo original, de mucho esfuerzo en proceso y en la ejecución, que había sido impecable. Aun así había discrepancias y matices que transcribo de memoria en el intercambios de opiniones: “Buena obra, pero la propuesta se agota y llega un momento en que cansa” Bueno, la verdad es que no es una obra fácil de seguir porque con tanto intercambio de personajes, tanto elemento figurado y tanto espacio figurado requiere atención y motivación del espectador. No se puede ir a ver este Hamlet después de un almuerzo opíparo, por ejemplo. Yo admito que perdí el hilo durante una escena, me asaltó un pensamiento, una tarea pendiente que no tenía hecha, cuando volví en mí, había pasado una escena entera… Hay que ir despejado y presto al disfrute. “Es Hamlet hecho con teatro gestual… es que yo soy un enamorado del texto” Bueno, debajo de todo estaba. Es una adaptación… ya hacerlo en castellano y en prosa es una adaptación… Pero bueno, cada cual… “Me ha encantado, que cosa más bonita, que imaginación y que derroche, lo he disfrutado muchísimo", "Pues yo me he aburrido". Allí los dejé debatiendo y viendo los que se tomaban un algo y los que desertaban por las distintas ocupaciones de una noche de martes, me fui a casa.
Total: un trabajazo que merece la pena y que los teatreros tendríamos que ver todos como ejercicio de aprendizaje (viendo se aprende) y por disfrutar un rato y contemplar un montaje excelente. Y sobre el público, digamos de calle, ajeno al teatrero o que no es forofo del bardo...emmm ¿había alguien?.. Perdonen pero un cronista, o por lo menos yo; venga yo. Que cuento lo que veo y vivo, no doy para más. Alguien habría que no fuera "fans", ¿no?
Companhia do Chapitô – Marmore (Portugal)
Creación colectiva Companhia do Chapitô
Una inadaptación a partir de Shakespeare
Con Jorge Cruz, Susana Nunes, Ramón de los Santos y Tiago Viegas
Dirección José C. Garcia, Cláudia Nóvoa y Tiago Viegas