Teatro Romano de Málaga. 27/03/2012
Texto: Carmen Baquero | Reportaje fotográfico: José M.Cortés
El 27 de marzo ha sido el Día Mundial del Teatro y de la mano de John Malkovich celebramos su 50 aniversario. Decimos de la mano, refiriéndonos a su puño y letra -los de Malkovich-, que firma este año el Manifiesto que se ha leído en todos o, al menos en muchos, teatros del mundo.
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La mañana del martes, en nuestra ciudad, escuchamos las palabras del polifacético actor, cuyo Valmont tanto nos sedujo, en un teatro dónde no se había escuchado antes, manifiesto alguno. O, al menos que sepamos, pues hablamos de tablas de vetusta vida, nada menos que veintiún siglos. Al menos en ninguno de los tres años conocidos en los que el Teatro Romano brilló como tal, después se sumió en el olvido por culpa de una crisis -que malas las crisis para la Cultura- que lo transformó en industria de garum -una suerte de paté de sardina, boquerón y atún del que vivieron muchos de nuestros ancestros-. Después pasaron los siglos y sepultaron literalmente al teatro hasta que, el azar en unas obras, hizo que saliera a la luz.
Volvió a ser Teatro y albergó durante muchos años un Festival del que nos sentíamos orgullosos.
Y estamos de enhorabuena, pues la paciencia y el buen hacer de los que -piedra por piedra, pincelito en mano- lo restauraron y nos lo devolvieron , nos ofrece un espacio que estamos deseando que vuelva a usarse para lo que fue concebido: un hermoso y maravilloso Teatro.
La compañía malagueña Caramala, nos introducía -a su manera- en esta especial edición del Día Mundial del Teatro, especial por su cincuentena, y el lugar de celebración: el Romano. Especial, por las encargadas: mujeres, malagueñas y, no una ni dos, sino tres. Especial por los invitados a este acto simbólico, que esperamos sea el primero de muchos: varios colegios de niños que quizá carezcan de fondos para actividades educativas -que malas las crisis para la Educación- pero que no se lo piensan cuando tienen la oportunidad de asistir, aprender y reír. Y al lado de los espectadores del futuro, los del presente: compañeros, familiares, amigos y curiosos que tuvieron a bien, detener su paseo por calle Alcazabilla para dedicarle un huequito de su tiempo al teatro.
Así comenzó el día. Un día en el que se multiplicaron y sucedieron las actividades dedicadas a conmemorar al teatro.
Entre otras, el Teatro Cánovas albergaba la lectura del manifiesto como cada año. En esta ocasión el encargado de leer a Malkovich ha sido otro polifacético actor, Salva Reina -Chuki-, que, además de actuar, producir y un largo etcétera, se ha embarcado en la valiente aventura de ofrecernos un nuevo espacio: La Cochera, una Sala que pronto abrirá sus puertas, ofreciendo nuevas alternativas culturales a nuestra ciudad -gentes valientes las que surgen en tiempos de crisis-. Salva ha leído el manifiesto a lo malkovich, guiado por el corazón y con sinceridad, dando paso al estreno de GH14, que permaneció el 26 y 27 en escena.
Una charla- coloquio sobre las artes escénicas cerró las actividades de este Día que tanto nos gusta celebrar a aquellos que amamos al teatro ¡¡¡¡y que no somos pocos!!!!!
Manifiesto escrito por John Malkovich leído en este día especial
El Instituto Internacional del Teatro-ITI de la UNESCO me ha honrado con su petición de realizar este mensaje en la conmemoración del 50 aniversario del Día Mundial del Teatro. Voy a dirigir estas breves consideraciones a mis compañeros del teatro, mis pares y camaradas.
Que vuestro trabajo sea convincente y original. Que sea profundo, conmovedor, reflexivo y único. Que nos ayude a reflejar la cuestión de lo que significa ser humano y que dicho reflejo sea guiado por el corazón, la sinceridad, el candor y la gracia. Que superéis la adversidad, la censura, la pobreza y el nihilismo, algo a lo que, ciertamente, muchos de vosotros estaréis obligados a afrontar. Que seáis bendecidos con el talento y el rigor necesarios para enseñarnos cómo late el corazón humano en toda su complejidad, así como con la humildad y curiosidad necesarias para hacer de ello la obra de vuestra vida. Y que sea lo mejor de vosotros – ya que será lo mejor de vosotros, y aun así, se dará sólo en los momentos más singulares y breves – lo que consiga enmarcar esa que es la pregunta más básica de todas: “¿Cómo vivimos?” ¡Buena Suerte!