27/01/2020 Festival de Teatro. Teatro Cervantes de Málaga
Texto: Manuel Malaka l Fotos: Lui G. Marín
Crueldad y poesía. Las tinieblas de la ignorancia.Llegó el pasado lunes 27 a las tablas del Teatro Cervantes dentro de la programación de su 37 Festival de Teatro esta Tragicomedia de aldea. Así es el subtítulo del inmortal clásico de la literatura española, Divinas Palabras.
Qué satisfacción es entrar al Teatro Cervantes un lunes de enero y encontrarlo lleno hasta arriba. La obra, una de las más conocidas de Ramón María del Valle-Inclán, y en manos del Centro Dramático Nacional suponía, desde luego, todo un reclamo. Publicada en 1919. Con un siglo ya recién cumplido, y desgraciadamente aún tan contemporánea.
Divinas Palabras es historia viva de nuestro teatro. Margarita Xirgú la estrenó en 1933. Es el cénit del teatro español para muchos, también para su director, José Carlos Plaza. Indudablemente, aún hoy, podemos decir sin miedo a equivocarnos que se trata de una de las obras clave de nuestra literatura, y desde luego de lo mejor de nuestro teatro. Esta tragicomedia, con estética propia del esperpento, es todo un fiel retrato de una nación cruel y grotesca que un siglo después, desgraciadamente, aún hoy todos podemos reconocer.
Sobre las tablas el retrato cruel de los excluidos. Unos pobres miserables cegados por las tinieblas de la ignorancia. A los que hasta la iglesia del pecado y la penitencia niega la comunión. Valle-Inclán muestra sin pudor el fanatismo, renacido, por cierto, en nuestra España de hoy en estos últimos tiempos también.
La codicia, la ignorancia, la avaricia,… son los grandes protagonistas sobre el escenario. Convirtiendo el dinero en su único dios. Tampoco es algo que nos suene ajeno a nuestros días. Temas todos ellos que junto con la sexualidad reprimida, dan cuerpo al argumento de esta historia en la que Valle-Inclán nos desnuda una España sórdida y miserable que aún hoy, desgraciadamente, subyace en nuestro presente, e incluso parece que algunos políticos a caballo añoran.
En contraste con la oscuridad del alma humana, el escenario se llena de color. Dando vida a estos seres dominados por los instintos más primitivos. La puesta en escena aunque sencilla, nos ofrece desde el comienzo una espléndida plasticidad que consigue enriquecer cada diálogo, y llena todo de un cromatismo que nos invita a recordar por momentos las pinturas de Goya en sus últimos años.
Divinas Palabras conecta con lo más ancestral de nuestra cultura. Es Galicia, patria de Valle-Inclán, la que está presente sobre el escenario a través de su música, sus campanas, sus ferias,... Un paisaje musical y sonoro que completa la sencilla, pero efectiva escenografía de Paco Leal, creando con imaginación, y sutileza los diferentes escenarios por los que transita esa carreta de desdichas y sus protagonistas.
Mención aparte merece la interpretación. Con una arriesgada gestualidad propia del drama y el esperpento que puede jugar en contra y que sin embargo resuelven con absoluta maestría un elenco de magníficos actores y actrices que se bastan con la sencillez del escenario para dar a sus textos la medida exacta. Y toda la verdad, la crudeza, y la fuerza que tiene el texto. Grandes interpretaciones que junto con esa espléndida plasticidad llenan de vida, de vida que mancha, y pasiones que hieren el escenario. Transportan al público hacia lo más oscuro de nuestro pasado, y de nosotros mismos.
Queda mucho aún de aquella España de fuimos, y que quedó retratada en esta pieza inmortal de nuestra literatura. Brutal y bella al mismo tiempo no solo retrata a un país, también los laberintos más oscuros de la condición humana. Llena de personajes extremos para los que moral o ética son un lujo que no se pueden permitir en su lucha por sobrevivir a la miseria de cada día.
La obra finaliza con un teatro en pie en un sonoro y largo aplauso. Y pese a la crudeza de la obra, cogía sus abrigos de enero un público satisfecho, por haber vivido una vez más la grandeza del buen teatro. Nos vamos para casa con la sensación de haber disfrutado de un texto inmortal. Divinas palabras dictadas por un dios primitivo y salvaje, cargadas de crudeza, sí, pero también de poesía. Como la vida misma.
Centro Dramático Nacional (CDN) y Producciones Faraute
De Ramón María del Valle-Inclán
Dramaturgia y dirección José Carlos Plaza
Con María Adánez, Javier Bermejo, Alberto Berzal, María Heredia, Chema León, Carlos Martínez-Abarca, Ana Marzoa, Diana Palazón, Luis Rallo, José Luis Santar y Consuelo Trujillo
1.45 h (s/i)
www.produccionesfaraute.com
cdn.mcu.es