Teatro Cánovas. 23/02/2013.
Texto: Françoise Chabassier | Fotos: Federico Martínez Alés
El Teatro Cánovas de Málaga recibió a la Cía Teatro Clásico de Sevilla que representó “El Buscón”, desde el jueves 21 al sábado 23 de febrero. Basada en la famosa obra de Francisco de Quevedo, Alfonso Zurro ofrece una versión libre de “La vida del Buscón llamado Don Pablos”.
Publicada por primera vez en 1626, la novela, narra las aventuras y desventuras de un pícaro que recorre la España del siglo XVII con el afán de medrar en la sociedad para alcanzar el título de caballero. Es un divertimento en el que el autor se complace en ridiculizar los vanos esfuerzos de ascensión social de Pablos. Quevedo utiliza una estética que se puede comparar a la de Goya y que le sirve de vehículo para lucir su propio linaje. La novela trata del dinero, del engaño, de una sociedad corrupta bajo forma de sátira. El Buscón es la única novela que escribió y es una de las primeras novelas del género picaresco. El director, Alfonso Zurro, se pregunta en su adaptación lo que queda de la picaresca en la sociedad actual y qué paralelismos o divergencias se puede encontrar.
El escenario, como si fuera una tienda de ropa antigua, está repleto de percheros entre los cuales los actores entran y salen. Está iluminado por unas luces tenues. El protagonista principal, Pablos, (Pablo Gómez-Pando), cambia de papel y de ropa en un pestañear delante del público.
Respetando la trama original, Alfonso Zurro y el Teatro Clásico de Sevilla hunden al espectador en un universo divertido y sórdido. Se adentra en las costumbres de la época pero también en las de hoy en día, donde las desgracias del protagonista, narradas en primera persona y el encadenamiento de situaciones, personajes, incidentes y espacios provocan la risa. En lugar de los capítulos de la novela, son distintos cuadros cuyos títulos están proyectados en una pantalla
El Comedor: dos ancianas que engañan a Pablos para comer su plato haciéndole creer que las salchichas son dedos de bebé. El Engaño: Pablos como agente inmobiliario intenta desahuciar a una anciana. El Revolucionario: Pablos se hace terrorista para sacar algún dinero. Policía: dos agentes pegan a Pablos pero se dan cuenta de que ni es negro, ni rumano, sino español y se van corriendo para no tener problemas. Negocio: Pablos se encuentra con dos aristócratas. Quiere venderles algo que no existe pero ellas no tienen dinero sino un rosario bendecido por el Papa “el antiguo” añade una de las mujeres. Cárcel: Pablos prisionero compra su libertad a la justicia. Droga, hambre, robos, matrimonio… son tan reales y actuales que incluso a mí me hicieron en Paris, el Timo del anillo. Hay muchos más ejemplos en los que Zurro hace un paralelismo con nuestra época.
Y la traca final es demoledora: en el escenario, Pablos con la ayuda de los otros actores, poco a poco, se despoja de su ropa del Siglo de Oro para vestir un traje chaqueta con corbata. Se alisa el pelo. Es el momento en que se unen los dos siglos para formar solamente uno. De pícaro del siglo XVII se convierte en un político del siglo XXI que promete el ”oro y el moro” para ser votado. Como todo eso nos suena, suena a telediarios, a periódicos que nos acompañan a lo largo del día.
La compañía Teatro Clásico de Sevilla se define como “una iniciativa creada con el fin de cubrir lo que creemos un hueco dentro del panorama actual: el Teatro Clásico.” En total son siete actores (Pablo Gómez-Pando, Manuel Monteagudo, Manuel Rodríguez, Antonio Campos, Juan Montilla, María Paz Sayago y Paqui Montoya) que representan a sesenta personajes, y lo hacen muy bien, dan una impresión de multitud, de corte de los milagros. Hay que destacar el juego de Pablo Gómez-Pando que es inolvidable. Es un magnífico trabajo de fuerza puesto que permanece en escena el 98 por ciento de la función. Tanto la obra como Pablo Gómez-Pando recibieron los Premios Escenarios 2012 al mejor espectáculo y mejor actor.
La idea de Alfonso Zurro de buscar similitudes entre el siglo XVII y la actualidad no es nada descabellada y hace de su obra una crítica mordaz de lo que está ocurriendo en nuestro siglo. Pero no se puede olvidar que Quevedo, al contrario de Alonso Zurro, no denunciaba nada. Estaba orgulloso de su casta, no hacía una crítica de su sociedad, se burlaba de los villanos, ridiculizaba al pícaro, lo que quería antes de todo era hacer reír. Zurro, aquí, transforma al pícaro en el nuevo aristócrata de hoy.
El vestuario es, de Curt Allen Wilmer, así como la puesta en escena que es muy original, con sus percheros de tienda de antigüedades y sus maniquíes. La iluminación y el diseño son de Florencio Ortiz.
La ovación en pie que recibió por parte del público la obra de Alfonso Zurro, es la prueba de su gran éxito.
¡Vaya ironía de la vida! Me tocó asistir a la representación el 23 F.
Compañía de Teatro Clásico de Sevilla
Dirección y versión libre: Alfonso Zurro
Producción: Juan Motilla y Noelia Diez
Diseño escenografía y vestuario: Curt Allen Wilmer
Iluminación: Florencio Ortiz
Música: Jasio Velasco
Ayudante de dirección: Verónica Rodríguez
Escenografía: Pablo Gozálbez
Vestuario: Andrés González, Eva Moreno
Reparto:
Pablo Gómez-Pando: El Buscón
Manuel Monteagudo
Manuel Rodríguez
Antonio Campos
Juan Motilla
Mª Paz Sayago
Paqui Montoya
Comentarios
Lástima que viva muy lejos yno pueda verla.