24/01/2020. 37 Festival de Teatro de Málaga. Teatro Echegaray.
Texto: Elisabet González | Fotos: Promocionales / TE
El 37 Festival de Teatro de Málaga nos ha presentado una interesante obra que habla de las necesidades básicas del ser humano. Nada más y nada menos es la historia de un hombre normal, como el propio protagonista nos dice. Un hombre normal con un hobbie. Un hobbie que lo lleva a él y a los espectadores por el camino de los instintos primarios, de los instintos animales. Un camino sin retorno si éstos se llevan al límite. ¿Cómo saciar las necesidades básicas? ¿Hasta donde puede llegar una persona por cubrirlas? El hambre, la sed, el sexo y el sueño. Si no los cubrimos, morimos y para no morir, hacemos lo indecible. El público del Teatro Echegaray quedó muy saciado, creo que también sorprendido y con una idea en la que pensar. ¿Se ama como se come?
El trabajo de Juanma Lara y Roberta Pasquinucci nos dejó atónitos. Los dos actores son el alma máter de la obra, hacen un trabajo excepcional. Nos meten en el personaje, nos lo creemos hasta el punto en que casi comprendemos sus miserias, que no son pocas. Se fagocitan con él y arrastran al espectador. El juego de admiración y cinismo que se genera entre los personajes nos atrae. El punto de partida es el encuentro de dos desconocidos en un bar. Empezamos solo a conocer sus pensamientos. Aun no hay comunicación entre ellos cuando nosotros ya estamos involucrados con la naturaleza de cada uno. Dice el protagonista: a menudo cuando se entra en un bar ya es demasiado tarde. Eso pasa con la obra, una vez te adentras en el camino por el que te llevan, ya no hay vuelta atrás.
La puesta en escena es sencilla en el formato pero no en el fondo. Tres espejos, una mesa, dos sillas y un personaje en la sombra, del cual no vamos a hablar. La música nos inquieta y genera un nerviosismo, que por momentos se hace insoportable. Los silencios matan, provocan un crujido en el estómago que hace estar en alerta constante. El texto es intenso, incluso a veces pesado, pero intuimos que es parte del objetivo. Se habla de comida con una pasión delirante, con un ímpetu que lleva a imaginarnos escenas grotescas. Porque eso es lo que es el hambre, una historia grotesca sin precedentes. La iluminación hace el resto del trabajo, llama la atención para situarnos en la escena.
En la obra hay una doble moral. No sabemos si los personajes están locos o son extremadamente cuerdos y coherentes en su esencia. El espectador tiene que plantearse que es la normalidad. La historia va más allá del bien y del mal, esos conceptos no existen. Se habla de perversión, se mezcla la política con el morbo y siempre el hambre por encima de todas las cosas. Al final, como casi todo en la vida, vemos una historia de amor, de adoración extrema y de locura. Una locura que nos lleva al desprecio del ser humano. Gritos y silencios nos arrastran a una calma que angustia.
¿De que hay que estar hecho para ver esta obra? Solo de sangre, sabor y color, pero sobre todo hay que ir a verla con un hambre feroz, con un hambre animal.
De Renato Gabrielli
Con Juanma Lara y Roberta Pasquinucci
Dirección Ignasi Vidal
1.15 h (s/i)