30.03.2019 Teatro Echegaray
Texto: María del Mar Fernández Fotos: Promocionales TE
Teatro de calidad que trata por igual a padres e hijosEl Ogrito es una obra escrita por la dramaturga canadiense Suzanne Lebeau, autora que ha transformado el teatro infantil no solo en su país, sino a nivel internacional con textos profundos, complejos, reflexivos y críticos. Lebeau presenta personajes que no son buenos o malos, sino que tienen tantas caras como las que presenta un ser humano cuando se enfrenta y lucha contra sus miedos y deseos, contra sus ángeles y demonios. Es por ello que asistir a una de sus obras se convierte en una auténtica experiencia teatral, pues una de sus virtudes es que no trata de forma distinta al público infantil del adulto, y viceversa.
Y si Suzanne Lebeau trata así al público, de la misma manera lo ha hecho el director de esta propuesta, Paco Mairena, quien consigue mantener durante toda la obra la atención de padres e hijos sobre la historia del protagonista: un niño de seis años distinto a los demás que vive con su madre en el bosque y cuyo deseo es ir a la escuela como cualquier otro niño. Mairena trabaja el complicado texto de Lebeau con mucho mimo y detalle. Juega a diferenciar los distintos espacios, situaciones y personajes utilizando la iluminación y una bella escenografía minimalista y funcional, sin darle la espalda a lo verdaderamente importante: al texto y las interpretaciones, y prescindiendo de adornos innecesarios. Para esto último, ha contado con el actor Adrián Reyes y la actriz María José Carmona. El primero, a pesar de su juventud, mantiene una buena energía sobre el escenario, aportando una gran variedad de matices a un personaje nada fácil como es el ogrito. Adrián Reyes tiene ya oficio para saber conectar con el público, emocionarle y mantener el interés durante toda la representación. Su compañera, María José Carmona, en el papel de madre, también hace un buen trabajo, mostrándose muy natural y siendo el pivote sobre el que gira y se apoya su compañero de reparto.
Como punto a mejorar, y como ha sucedido en otras ocasiones en el Echegaray, el sonido no ha estado a la altura del teatro. Imagino que ha sido por falta de tiempo y de medios técnicos y/o humanos.
Hacía muchos años, desde que mis hijos eran niños, que no había ido a una función de teatro infantil y he de decir que la experiencia ha sido muy gratificante por dos motivos: uno, porque mucho del teatro infantil que vi en Madrid, ciudad donde vivíamos, faltaba al respeto tanto a niños como a padres por la escasa profesionalidad en los montajes y la forma superficial y pretenciosa de tratar los temas (todo lo contrario a lo que hemos visto en El Ogrito); y dos, el público con el que he estado hoy en el teatro ha sido de lo más respetuoso, nada de interminables toses molestas, nada de pantallas de móviles, nada de cuchicheos... Por eso quiero felicitar a los padres (mamás y papás) que utilizan la mañana del domingo para llevar a sus hijos al teatro y desde tan pequeños les enseñan a respetar y a amar un arte que no solo les va a entretener y potenciar la imaginación, sino, como en este caso, les va a llevar a reflexionar sobre cuestiones fundamentales del ser humano. Y muchas felicidades a todo el equipo de El Ogrito por su excelente montaje.
Por cierto, mientras salía del Echegaray, pensé que sería muy interesante un encuentro del público con los actores de esta obra. Seguro que a los niños se les ocurren preguntas sorprendentes de las que podríamos aprender todos.
de Suzanne Lebeau
Con Adrián Reyes y María José Carmona
Dirección Paco Mairena
Compañía El ogrito teatro