Sala Joaquín Eléjar. Colectivo Cultural Mainake. 27/04/2013.
Texto: Carmen Baquero | Fotos: Marco Takashi
Un escenario desnudo-en este caso el de la sala Mainake- ,desprovisto de telones y artificios. Y almohadas, almohadas que hacen del hogar una trinchera cuando empieza la guerra.
Y algunas sillas que recrearán los diferentes espacios y rincones por los que les tocará transitar, reptar y golpear, si es preciso, a los personajes de El suicidio del ángel. Así recibe Mu teatro al espectador.
Arranca entonces un montaje que no da respiro ni tregua. Que hiere y que mata, o al menos araña, y eso es muy de agradecer.
La primera vez que este texto cayó en mis manos fue con motivo de su presentación, hace algún tiempo, dentro de las lecturas organizadas por A telón cerrado en el Festival de Teatro de Málaga. A la presentación del drama escrito por Aurora Mateos, siguió una lectura dramatizada del mismo.
Y pensé, qué díficil llevarlo a escena.
Y Mu teatro se ha atrevido y , es más, ha resuelto con fortuna, la puesta en escena de un texto tan hermoso como complejo.
Ilan y Aisha no son sólo dos personas que se aman, representan mucho más.
Son la personificación de dos culturas en costante contradicción y conflicto: Palestina e Israel separados por un muro que enferma hasta la muerte a uno y otro lado.
Ilan es un joven israelí que va desarrollando a lo largo de la obra una enfermedad mental que lo devora. Esa ezquizofrenia destruye todo lo que hay a su alrededor y todo lo que le liga a la cordura: el amor que siente por Aysha.
Mu teatro ha logrado plasmar la esencia de esta pareja que lucha incansablemente por salvar algo que está abocado al fracaso. Y los ha rodeado de otra pareja que concentra a través de imágenes y personajes, la realidad y la locura que planea alrededor de la cabeza del protagonista.
Cuatro actores que se desdoblan en dos parejas. La del plano de la realidad, del amor, de la lucha y de la vida y la muerte: Ilan y Aysha. Interpretados por Pape Labraca y María Benítez. Un trabajo agotador, lleno de momentos de gran intensidad dramática, de esos que desbordan y atrapan al espectador. Y plagado de pequeños detalles de esos que te sumergen y que hacen que te soprendas preguntándote cómo debe ser ir perdiendo la cabeza mientras observas como los pies de Ilan-Pape se van haciendo tan efímeros que caben por los agujeritos pequeños de la silla de metal.
Igualmente destacable es el magnífica trabajo de Elena Casanueva y Simón Ramos que dan vida a soldados, médicos y madres castradoras a través de un trabajo corporal concienzudo y preciso,. Creando imágenes que atraviesan, sorprenden y hacen de la propuesta, un acierto. Hacen fácil aquello que se me antojó tan díficil cuando el texto cayó en mis manos por vez primera.
Un gran trabajo actoral y una dirección llena de sensibilidad.
Crudeza y delicadeza de la mano. Suaves plumas que rellenan el corazón de los almohadones del combate.
Una muy interesante propuesta dirigida por Eun Kang. De esas que no debe uno perderse...por lo diferente, por lo atractivo, y por lo delicado.
Delicadeza en el tratamiento del texto, de los personajes, de la puesta en escena, de los elementos, de las imágenes y hasta de la luz.
Destacando el excelente uso que logró alcanzar de los limitados recursos de iluminación que la sala puede ofrecer.
"Para cuándo más ayuda a estas salas, me pregunto una y otra vez..."
En definitiva...Pequeñas grandes cosas en pequeñas grandes salas.