XXIX Festival de Teatro de Málaga. 03/02/2012. Teatro Echegaray.
El humor es fino y dulce, moldea la ironía y esculpe la caricatura.
Texto: Miguel Ángel Barba | Fotos: José M. Cortés
Lastimosa imagen de Málaga tuvieron que sacar los componentes de la tan magnífica como joven compañía vasca al ver el teatro medio vacío un viernes noche en pleno Festival de Teatro de Málaga. Nada que, por otra parte, se aparte demasiado de la realidad cultural malagueña, en la que los potenciales espectadores habrían cambiado su actitud frente a este espectáculo si en el cartel apareciera algún guapera de turno de alguna serie conocida de tv.
Nada más entrar al teatro, la escenografía, con un escenario reducido, cercana y muy centrada, acerca al público y produce una sensación de haber entrado en el corazón de la familia y ser copartícipes de lo que ocurre en el salón en el que discurre la acción principal; el presente. Una escenografía además limpia y eficaz, con lo básico, sin florituras ni añadidos innecesarios, distribuyendo las salidas y entradas del presente por puertas y los flashback por las dos patas más cercanas al proscenio, logrando crear una sensación de reconocimiento espacial y temporal en los espectadores.
Una acertada y precisa música de Yayo Cáceres que, sin moverse por cánones especialmente complejos, ni responder a elaboradas partituras, aporta un grado de expresividad y emotividad altísimos, conjugando la simpleza y el acierto en su composición y elección de instrumentos, fundamentalmente acordeón, viloncello y guitarra clásica. Trabaja con tonalidades ricas y sonoras, ayudando en los momentos claves a transmitir tanto las cualidades melódicas necesarias para acentuar la emotividad, como las sensaciones de soledad o de desgarro.
Las máscaras, todo un acierto.
Con un espectáculo mudo se corría el riesgo de convertir la obra en una pantomima sobrecargada de mimo, sobreactuación y amaneramientos gestuales. Con la elección del uso de máscaras, el aprovechamiento de su gestualidad y por supuesto con el magnífico trabajo de los actores, Kulunka ha conseguido dotar a todo el montaje de una pátina de títere de calidad, ese en el que no es necesario mover constantemente el muñeco para generar una emoción, sino solo un giro, una mirada fija y un silencio. Muy buenas las máscaras de Garbiñe Insausti.
Lo realmente interesante es como han logrado huir de los amaneramientos y todos los movimientos forzados y aspavientos. Este aspecto de cómic con el que logran dotar al desarrollo de la dramaturgia, con sus flashback sesenteros y su enorme simbología, infunden en la tragicomedia una ambivalencia que impide que el montaje derive hacia derroteros nada agradables como la búsqueda de la lágrima fácil, ni todo lo contrario, el chiste malo con careta de humor negro.
En este fino equilibrio es donde destaca profundamente el trabajo de Kulunka. Parece difícil pero no trascienden ninguna de esas fronteras. El humor es fino y dulce, moldea la ironía y esculpe la caricatura. La emotividad y el estremecimiento llegan al público por esa generosa sensibilidad con que se traza la dura realidad del alzheimer. Sobre la cuerda que pende arriba del mal gusto, del chiste fácil, y de la costumbre de hurgar en lugar de reflexionar, cruza Kulunka como el mejor de los funambulistas, dejando de lado todo ello y consiguiendo que esta brillante historia de amor y dolor, soledad y compañía, haya hecho que algunos espectadores estuvieran riendo una acción al tiempo que lloraban por otra. Y esto se logra por aquello que no se cansaba de advertir Schumacher: Lo pequeño es hermoso, y ahí radica otra de las brillantes conquistas de este espectáculo, lograr moverse entre los pequeños detalles, lo consuetudinario, los pequeños desvelos, las cotidianidades, esa simbología a la que hacía referencia y que habitualmente suele pasar inadvertida para aquellos que no han tenido la desgracia de perderlas o no han aprendido aun a apreciarlas y valorarlas en su verdadera dimensión.
Y es en esa dimensión en la que la joven compañía vasca construye esta preciosa historia de amor, desde la tristeza, pero desde el humor, desde la desesperanza por lo que se pierde pero también desde la esperanza final en el futuro que aun queda por llegar. Una gran lección de la que aprender.
Elenco: Jose Dault, Garbiñe Insausti y Edu Cárcamo
Máscaras: Garbiñe Insausti
Música original: Yayo Cáceres
Dirección: Iñaki Rikarte
Premios a la Mejor Dramaturgia y Mejor Espectáculo en el Festival Be Birmingham (Inglaterra, 2011).
Compañía invitada con este espectáculo en la próxima edición del MIME Festival de Londres.