26/01/2020. 37 Festival de Teatro de Málaga. Teatro Cervantes.
Texto: Elisabet González | Fotos: Promocionales / TE
La Golondrina es una huida por miedo a sufrir. En el autoconvencimiento no queremos ver más allá
La Golondrina ha sido la obra disfrutada y sufrida por los malagueños en la tarde de un domingo frío, en la que por fin salió el sol. Y digo sufrida porque el patio de butacas del Teatro Cervantes, lleno hasta la bandera, se emocionó y lloró con esta enseñanza vital. El festival de Teatro de Málaga nos ha traído una obra que habla de los errores que cometemos por miedo a sufrir, pero nos muestra también un amor infinito, ese que a veces daña. Porque el amor puede doler si no se comprende, si no se encaja. ¿Cómo podemos clasificar el dolor?. ¿Cual es el mejor o peor dolor? Preguntas que se lanzan en escena para que el espectador se remueva en su silla. El público se despidió rebosante de un amor y un dolor insostenibles.
No podemos sentir más que admiración por el trabajo de Carmen Maura: el escenario es su casa y el público la adora. Tiene el talento de actuar pareciéndonos real en cada frase y en cada gesto. A la vez traza un camino al espectador, una senda en la que es improbable perderse. Hace del personaje un ser con el que sentirse identificado a cada momento. El público entero sufrió con la angustia de esa madre, con esa mujer perdida, fuera de época. Y esa gran actriz tuvo la elegancia de hacer que el enorme trabajo realizado por su compañero, Dafnis Balduz, se engrandeciera aún más. El joven se convirtió en el segundo gran protagonista de esta historia. Un actor completo, que nos impregna de sus vivencias, nos traspasa su dolor y el público lo hace suyo de forma irremediable. Ella es una profesora de canto, él un joven cantante que ha perdido a su madre y que desea aprender a interpretar un tema vital para su vida: La Golondrina. Y ahí empieza todo.
En esta obra nada es lo que parece. El encuentro inicial es trivial, todo tiene poca fuerza, parece incluso que nos vamos a encontrar con una historia ligera, de humor fácil, para entretener sin llegar a más. Y así se transforma la escena y la vida de estos dos personajes, que empiezan a trascender, a ahondar en sentimientos cada vez más duros e intensos. El público pudo vivir en su propia piel la tristeza, la incomprensión, el desconsuelo de estos dos personajes. La sensación transmitida fue muy real, llevada a cabo con tal precisión en el texto, en el ritmo y en la interpretación, que cuando el público se quiso dar cuenta, estaba inmerso en un mar de lágrimas.
La obra toca temas sobre los que nadie puede salir indemne: los derechos de las personas en nuestra sociedad son los mismos para todos pero no todo el mundo los entiende y comparte. El amor desinteresado de una madre se convierte en algo insostenible y a la vez imprescindible. La compasión por uno mismo nos ayuda a sobrevivir. Lo que define verdaderamente a la humanidad es el sentir como propio el dolor de los demás y eso es lo que ocurre en La Golondrina. Más allá de que no se pueden desvelar los secretos de esta gran historia, es teatro que remueve sillas, hace preguntas y produce un agujero en la boca del estómago.
Es imperfecta esta historia de dos desconocidos porque el dolor engulle al amor. Pero es perfecta para sentirnos vivos y cercanos. No se puede sentir más que cuando nos comprometemos con los demás y nos levantamos de la silla con el corazón en carne viva. Imprescindible lección de vida, para todos.
De Guillem Clua
Con Carmen Maura y Dafnis Balduz
Dirección Josep Maria Mestres
1.30 h (s/i)
fotografía ©Javier Naval