18/01/2019. 36 Festival de Teatro. Teatro Cervantes.
Texto: M. Carmen Sánchez Torres | Fotos: Promocionales / TC
Es inevitable acudir con expectativas al teatro si la obra que se representa es la adaptación de una obra maestra del séptimo arte, dirigida por uno de los genios cinematográficos del siglo XX: Federico Fellini y La Strada. Ni más ni menos…
El espectador debería despojarse de su bagaje felliniano para contemplar la adaptación de Gerard Vázquez. Tendría que alejar de su mente a Antonhy Quinn, Giuletta Masina y Richard Basehart (¡ahí es nada!), incluso podría no ubicar esta historia en el periodo neorrealista tardío de Fellini, sino en cualquier tierra del mundo, no necesariamente la Italia de 1954. ¿Cómo apreciar, por tanto, esta singular Strada? . Dejándose envolver desde el inicio por la atmósfera que nos brinda el maestro Mario Gas, por las interpretaciones de Verónica Echegui, Alfonso Lara y Alberto Iglesias, por las videoescenas que nos ilustran con fragmentos basados en el filme para ubicar en todo momento al público. En definitiva, tomar asiento en el Teatro Cervantes y deleitarse con Zampanó, Gelsomina y El Loco.
Conforme entramos al patio de butacas, advertimos que los tres actores ya están en el escenario, de espaldas. Vestidos como míseros clowns, con una nariz roja, salen lentamente de las tablas y se mezclan con el público, nos observan con perplejidad. No será la única vez que los actuantes se conviertan en espectadores. Como un personaje más, el motocarro de Zampanó preside el escenario. Y, comienza la función, el viaje a ninguna parte de estos artistas ambulantes.
Gelsomina, comprada por 10.000 liras a su madre, es una muchacha sumamente inocente, un ser cándido y puro que no sabe hacer nada, ni la comida (requisito imprescindible para una mujer de esa época que, además, como constantemente le recuerdan, no es guapa). “¿Qué hago yo en este mundo?” se interroga ella misma. Verónica Echegui resuelve notablemente la ardua tarea de interpretar a una Gelsomina que Fellini había concebido exclusivamente para su esposa Giulietta Masina (se inspiró en fotos de Giulietta con 10 años). Zampanó, es el forzudo que rompe cadenas con el pecho. Alfonso Lara encarna a este personaje rudo, tachado de animal que no entiende de emociones (Anthony Quinn en la película). Y, en nuestra opinión, el personaje mejor logrado es El Loco (Richard Basehart), interpretado magníficamente por el actor, director y dramaturgo Alberto Iglesias que, no solo capta la idea de libertad y provocación original en Fellini, sino que, para nosotros, la supera.
Protagonista indiscutible es la música del incomparable Nino Rota, compositor que acompañó a Fellini hasta el final. Una triste y hermosa melodía suena de forma recurrente a lo largo de la obra, llegando a ser la conexión final en el destino de los personajes. Verónica Echegui la toca en la trompeta y Alberto Iglesias al violín.
Pocos directores habrían tenido la osadía de plasmar en teatro un icono en la historia de la cinematografía, pero Mario Gas es una de las figuras más relevantes de las artes escénicas españolas, que se atreve con todo y que acumula premios como el Nacional de Teatro de Cataluña o dos veces el Max como director de escena entre muchos otros. Su nombre es garantía de calidad.
Se podría objetar que la obra no es tan fluida, que posee silencios si no fuera porque son necesarios para evidenciar ese sentimiento de melancolía que desprenden los personajes. Es la vida que han aprendido. Es su historia y la comparten generosamente con nosotros. Gracias por La Strada.
de Federico Fellini
Adaptación de Gerard Vázquez
Dirección: Mario Gas
Reparto: Verónica Echegui, Alfonso Lara y Alberto Iglesias
Producción: José Velasco
Duración: una hora y cuarenta minutos