06/02/2021. Teatro Echegaray. Factoría Echegaray.
Texto: Gregorio Filograna | Fotos: Daniel Pérez / TE
En mi segunda visita al teatro tras el confinamiento acudí al Teatro Echegaray a ver La vengadora de las mujeres de Lope de Vega, texto adaptado por Elena M. Sánchez y salí muy satisfecho por muchos motivos.
El primero, porque sin ser Lope de Vega lo que más me gusta del Siglo de Oro (me declaro fan de Calderón de la Barca y Cervantes) me encontré con una historia tan actual como atemporal acerca de la violencia contra las mujeres, en este caso la sexual, que considero una obligación moral conocer en los tiempos que corren, y más ahora que este año el 8 M no podrá celebrarse en las calles. Elena no solo ha sabido actualizar el texto, lo cual siempre es un trabajo bello para que los profanos puedan acercarse y disfrutar del teatro clásico, sino que además ha sabido adaptar y actualizar la musicalidad de algo tan difícil como es el verso. Me quito el sombrero, pues para alguien como yo, para quien es tan importante el lenguaje, contar historias y saber adaptarlas es algo digno de admirar.
Por otro lado tenemos la dirección a cargo de José Carlos Cuevas, al cual conocí y me sorprendió en las tablas hace apenas un mes en Marco Bruto: sobre la traición como actor. Ahora como director da muestras de su buen gusto con una puesta en escena muy brechtiana e imaginativa con ilustraciones de cuadros clásicos acerca de ese tipo de abusos (el de Zeus a Leda por motivos personales me toca especialmente la fibra), dos archivos móviles que permitían un juego muy ágil con los espacios y una iluminación y sonido que contribuían a crear una atmósfera sobrecogedora que se cocía a fuego lento.
Y vamos con los actores... y empezaré con Juan Antonio Hidalgo, con quien no puedo ser objetivo. Le conocí el año en el que entré en la ESAD que fue justo en el que se graduaba y al que pude entrevistar en Aforo Libre acerca de su maravilloso montaje de El muro de Pink Floyd. Posteriormente coincidimos en Grandes esperanzas como ayudante de dirección y en Don Juan en el que hacía de Capitán Centellas. En esta ocasión, además de un férreo defensor de la causa de los hombres, representando a la perfección la vehemencia del “not all men” dispone de dos muy emotivos papeles de padre de víctima y padre de verdugo que no solo defendió muy bien, sino que además, especialmente el segundo me cortó la respiración. Adicionalmente nos obsequió cantando flamenco, cosa que no esperaba.
Ángela Chica tuvo el titánico trabajo de representar a multitud de víctimas, incluso el de una jueza implacable, todas perfectamente reconocibles con un trabajo de construcción de personaje muy marcados. Su presencia y su voz llenaban el escenario, cuando cantaba, cuando lloraba, cuando se defendía como víctima cuando una sociedad patriarcal la señalaba como culpable. Especialmente emotiva fue la historia de una testigo, la criada de una señora forjada en unos valores férreos, casi antiguos, pero todavía más vigentes de lo que parece y cómo un abuso los hizo mil pedazos.
Y dejo para el final a Virginia de Morata, la fiscal, la “vengadora de las mujeres”. Defendió de manera sublime a una no tan vengadora de dicha causa sino a una defensora y reparadora de agravios, heridas, dolores, humanidades y dignidades que se remontan casi al principio de los tiempos, en el que dioses como Zeus o Apolo veían la violación como algo normal. Personalmente me pareció el personaje más trágico, por momentos quijotesco, pues desfacía entuertos, pero en el fondo era una misión que reflejaba en su rostro dignidad y dolor ante una larga derrota cargando con una misión digna de Atlas con el peso del mundo o de Frodo como portador del Anillo hasta el fuego de Mordor.
En estos tiempos, es una historia imprescindible.
de Lope de Vega
Texto: Elena M. Sánchez
Dirección José Carlos Cuevas
Interpretación:
Virginia de Morata (Laura)
Juan Antonio Hidalgo (Abogado)
Ángela Chica (Víctimas)