Central de Actuantes. La Térmica. 03/05/2013
Texto: Rosa Parra Fotos: Web
En el antiguo Centro Cívico de la Misericordia se ha habilitado un espacio para el teatro alternativo rebautizado como “La Térmica”, cuya nueva iniciativa Central de Actuantes pretende dar una imagen innovadora de las artes escénicas.
Esta actividad está coordinada por la compañía malagueña Subterráneo Teatro. Este espacio contará en los meses de abril, mayo y junio con la participación de 25 compañías de Málaga, Córdoba, Granada, Sevilla y Madrid. Incluso se van a producir colaboraciones con artistas internacionales.
Cada noche del fin de semana nos ofrecen 4 obras cortas diferentes que se pueden ver de forma individual, o las cuatro juntas, una detrás de otra, se entiende. Depende del interés del asistente o de su bolsillo, aunque el precio también es pequeño. Como pequeño es el espacio donde se representa. Hay un pasillo largo, decorado psicodélicamente y a cada lado una serie de puertas que guardan sorpresas dentro, pequeñas joyitas o propuestas de diferentes compañías que se atreven a hacer un teatro vivo, arriesgado, auténtico, al lado del espectador/a, rozándolo, mezclándolo en lo que sucede e incluso convirtiéndolo en parte de la representación. Las habitaciones son pequeña, sin escenario, lo que provoca al principio desazón por la proximidad de los intérpretes; después se entra en atención y finalmente en comunión íntima, con la sensación de sentirnos testigos de la vida privada de otros, que nos la muestran sin pudor y con autenticidad.
Es una pieza fresca y descarada, con pinceladas de un humor fino e intelectual unas veces y otras, soez e incluso escabroso. Dos personajes masculinos (Tomás Afán y Javier Berger) nos muestran un fragmento de su vida, de forma descarnada y hasta salvaje, pero que termina inspirándote una ternura peculiar por la autenticidad de sus expresiones y sus vivencias, totalmente undergrounds. Dos artistas fracasados que con su diálogo gamberro nos muestran cómo podemos entender las situaciones vitales traduciéndolas desde distinto prismas, pero con un humor ácido e impactante. A lo largo de su conversación tratan temas tan punzantes como la violación, el nazismo, la religión, la pederastia… pero de una forma tan irreverente que, que, que…te dan ganas de reír, sin darte tiempo a indignarte. Detrás de esa representación late la crítica a la crisis de valores de la actualidad, que unida a la económica nos convierte en seres deshumanizados, sin cultura ni moral que nos ayude a replantearnos el panorama, atrapados en nuestras propias limitaciones.
Esta pieza nos adentra en la suavidad del protocolo de la ceremonia asiática del té. Dos chinitas -Marina Devesa y Wendy Román- aparentemente felices y amables nos invitan a tomar un té, que hacen en directo. Las formas exteriores son muy importantes en esa cultura, pero a veces ocultan terremotos internos. El formulismo y la etiqueta sirven de biombo a la necesitad de escapar de ellos. Las chinitas estaban esclavizadas por el emperador y su cultura milenaria, pero el espejismo que las inspira a huir es la tierra americana, nido de falsas promesas y donde hay otro tipo de esclavitudes. En el corto espacio que dura la representación se pasa del bienestar de la hospitalidad que allana el camino al invitado y lo coloca en situación de comodidad al desenlace perturbador de ser testigos de la angustia vital y la falta de libertad personal que te puede ocasionar un sistema político autoritario.
María nos muestra la intensa relación de una mujer con…¡¡una tetera!! Esta relación está llena de altibajos, con el apasionamiento de los inicios: la curiosidad, el morbo, la desazón, las ganas de impresionar y de impresionarte, el atolondramiento, la cursilería, el empalago (la tetera como objeto de culto). La rutina posterior: desgana, chispazos a veces, primeros desencuentros, detección de errores (fallas en la cerámica, piezas que no encajan). El final previsible: discusiones, falta de entendimiento, sospechas, malestar, falta de determinación para dejar y finalmente ruptura. (La tetera se queda sola). Todo esto sin palabras, con un trabajo de expresión corporal muy elaborado a partir de una partitura de movimientos sugerente y muy planificada, sin improvisaciones. La actriz y la tetera, componen estampas rebuscadas, difíciles, en equilibrio precario a veces. La metáfora que nos propone creo que ya se ha adivinado, fácil de descubrir, evidente, pero no por ello menos repetida y reproducible. Si siempre es igual, ¿qué hacemos con la tetera?
Interpretada por Valentina Ferraro es un tipo de danza oriental que se inspira en la barbarie de Hiroshima y Nagasaky. No se busca la estética o la reproducción de movimientos impuestos desde fuera, sino dejar que el cuerpo mismo encuentre su movimiento, dejarlo hablar por sí solo, esperar para saber qué quiere comunicarnos, no hacerle decir lo que yo quiero que diga, o lo que quieran decir otros. A menudo suele ser una danza que tiene fragmentos de improvisación absolutos y otros marcados o planeados levemente, pero muy susceptibles de ser quebrantados por la dinámica del momento. Normalmente los ojos aparecen o desorbitados o faltos de fijeza, como los de las personas que sufrieron el bombardeo. El cuerpo desnudo o pintado de blanco. No hay pudor entendido como prejuicio. En este caso llevaba un vestido suelto de flores. El movimiento es lento, evolutivo dentro de su propia espontaneidad, y rompe la estética a que nos tienen acostumbrados otros ballets o danzas, ya que es un movimiento orgánico, a menudo se pueden establecer similitudes con animales u objetos o con otros estadios de la evolución del homo sapiens. Esta exhibición de butoh me hizo establecer analogías con diversas etapas de la evolución social de la persona. También me figuraba una enorme araña cuyo cuerpo sería el vientre abultado de la ejecutante (embarazada) y sus patas los pies y manos de la misma. O bién extrapolé a la evolución de cada persona de acuerdo con su crecimiento físico-cronológico, desde que está dentro del vientre materno y sus dificultades para dar los primeros pasos. En otros momentos divisé la evolución social del ser humano, como debutante en un baile previamente programado por otros y con reglas establecidas, muy severas y rígidas. Lo que pretende este tipo de danza es que cada cual genere su propia interpretación. Inquietante.
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