24/01/2014. 31 Festival de Teatro de Málaga. Teatro Cervantes.
La estremecedora novela corta que hizo temblar a EE.UU. y dió a conocer lo que en realidad estaba ocurriendo en Alemania en los años 30, ha sido adaptada muy acertadamente y dirigida de forma muy seria y equilibrada por Laila Ripoll.
Texto: Miguel Ángel Barba | Fotos: Daniel Pérez / TC
De la visionaria Katherine Kressman Taylor, rebautizada como Kressman Taylor por su editor -porque pensaba que era demasiado duro como para que apareciera firmado por una mujer-, este relato supone apenas dos horas de lectura. Dos horas de un creciente estremecimiento e intrigante interrogante ¿hasta donde podrá llegar el ser humano en esta cadena de errores/horrores?.
Paradero desconocido narra la historia de dos amigos y socios de una galería de arte en California, uno alemán, Martin Schulse, el otro judío estadounidense, Max Eisentein. En 1932, Martin vuelve a Alemania. Comienza a partir de ese momento un intercambio de cartas en las que se va descubriendo el cambio de valores que sufre Martin conforme va haciéndo suyos los cambios producidos en la situación política de su país. Va calando el discurso xenófobo, racista, pero también del miedo y la esperanza amalgamados.
Afortunadamente, la adaptación que Laila Ripoll lleva a escena consigue también prender la llama de la intriga y la curiosidad en el público, dotándo a la obra de un tempo tenso, creando una trama con el suficiente peso como para que, lo que podría ser un simple intercambio de cartas entre dos socios y amigos, cobre tal ritmo que mantenga al público adosado literalmente a sus asientos casi una hora y cuarto. Estupefacto, el espectador experimenta ante sí el proceso que el ser humano ha sufrido una y otra vez a lo largo de la historia, esa transformación que lleva de un extremo a otro, de amigo entrañable casi hermano a enemigo acérrimo, pasando por diferentes estadios anímicos y emocionales en un período realtivamente corto de tiempo. Ese lento pero continuo crescendo y ese precipitado giro hacia el primitivismo más exacerbado de toda una nación, que pasó de celebrar la recién estrenada democracia tras la primera guerra mundial a los primeros chascos por las corruptelas políticas y la situación de precariedad de su sociedad civil, llegando a una de las más tenebrosas épocas conocidas por la humanidad. Conforme la metástasis nazi lo iba pudriendo todo, contagiando incluso a familias de bien que acabaron pasando de ser vapuleados a ser vapuleadores, de ser explotados a ser explotadores, las cartas que Martin envía a Max, van rezumando progresivamente las mismas letras que escribieron el genocido.
Lo más paradójico es que mientras todo esto ocurría, en Estados Unidos y muchos países europeos se miraba para otro lado y gracias a libros y a autoras como Taylor que dieron la voz de alarma, personas como Max Eisentein encontraron respuesta a sus permanentes peticiones de atención sobre lo que acontecía y de respuesta a la masacre. Pero en toda la obra, el texto y la adaptación, no asoman en ningún momento escenas o momentos de mera demagogia. Es más una serie constante de interrogantes, retóricas, atisbos de incredulidad, de no poder creer lo que se está viviendo, leyendo o viendo. La perplejidad absoluta.
El hecho de que en escena ambos personajes interactúen dando forma a sus palabras y pasando de un escenario a otro, desde la galería donde trabaja Max hasta el despacho de Martin, así como que un personaje como Griselle, del que se habla constantemente en el relato escrito pero que no protagoniza acción o carta alguna, esté tan presente en esta adaptación de Laila Ripoll, dan un dinamismo a la representación inopinado en un texto compuesto casi exclusivamente por el intercambio de correspondencias. Lo cual da mucho más valor al relato y a la adaptación.
El personaje de Griselle, interpretado por Sara Casasnovas, va creciendo desde unas primeras interpretaciones cabareteras difíciles de encajar nada más comenzar, por la sensación de histrionismo desubicado, con ese canto al gas mostaza de amplia utilización en la 1ª de las grandes guerras, pero que al momento va cobrando sentido, hasta que el desarrollo de la acción y el propio espectador la van ubicando adecuadamente y el papel le permite desarrollarse plenamente como personaje en escena. muy interesantes sus curvas interpretativas, de más a menos y de menos a más.
Los dos Juanjos, Artero y Cucalon, estremecen por momentos conforme sus formas de ver la situación y sus emociones se distancian geométricamente, produciéndose una especie de cascada emotiva inversa en cada uno de ellos pero que acaban coincidiendo en sensación y relación: hielo apesadumbrado. Gran trabajo el de ambos, logran transmitir toda la intensidad de este duelo epistolar, a través de un intenso duelo interpretativo..
Interesante la aportación que la presencia de Rosa Blanco Campos al piano, en directo, genera, con unas composiciones de Mariano Marín e interpretación extremadamente cuidadas en su sonoridad, estilo y arreglos, para adecuarlas a la época, circunstancias y estados emocionales de cada momento. Otra muesca que sumar al haber de la adaptación, producción y dirección de esta interesantísima puesta al día de la obra de Katherine Kressman Taylor que no es aconsejable perderse. Aunque tras ver la obra es casi inevitable ir a la librería a buscar el texto en papel. Lo cual no deja de suponer una revalorización del libro y de su autora.
Paradero desconocido
de Katherine Kressman Taylor
Traducción, versión y dirección: Laila Ripoll
Elenco: Juanjo Artero, Juanjo Cucalón, Sara Casasnovas y Rosa Blanco Campos (piano)
Música: Mariano Marín
Coreografía: Marcos León
Diseño de escenografía: Andrea D'Odorico / Mónica Boromello
Duración 1.15 h. aprox.