11/04/2014. Teatro Cánovas.
Texto: Rosa Parra | Fotos: Facebook Konstante 013
A partir de El príncipe constante, de Pedro Calderón de la Barca, la dirección de Miguel Palacios con la colaboración de Gloria León, recrea una reflexión profunda y angustiada de la realidad social de nuestro presente más caótico y desesperanzador.
Una sala pequeña, en la que la proximidad con los intérpretes es tal que llega a incomodar, no hay barreras, tú eres ellos y ellos son tú. Aquí no puedes mirar para otro lado ni refugiarte en tu móvil para aislarte, tienes que mirar y sobre todo tienes que escuchar. Y lo que escuchas y ves te remueve por dentro.
Un escenario vacío, con tan solo algunos enseres que van a servir para el rito (Grotowski late en cada rincón y en cada pausa, en cada palabra, es el teatro desnudo, donde la esencia es la palabra y esta es tan precisa y las frases son tan elocuentes que no hace falta decir más), dos intérpretes: un hombre y una mujer, que son muchos y muchas, que cambian de roles y hasta de sexo a lo largo de la obra, porque da igual qué le esté pasando a quién, ya que todos y todas somos uno. Sin entendiéramos esto, la solidaridad nos salvaría, pero vivimos en un mundo donde la indiferencia por todo lo que no te atañe personalmente es altamente desgarradora para el que sufre.
A lo largo de casi hora y media de espectáculo esos dos cuerpos de la escena, tan cercana que te invade, van a tomar la voz de las personas más desgraciadas de esta sociedad ególatra y consumista y se van a encarnar, con su magnífica interpretación, lo mismo en un yonqui que en una chica barriobajera y enamorada, que en una mujer maltratada, que en una familia al borde del desahucio, que en un suicida, que en una virgen, o que en una novia.
No hay esperanza, el ser humano se ha convertido en un depredador del propio ser humano, solo hay solución si nos abandonáramos al amor y lucháramos por destruir la incomunicación tan brutal que nos atenaza. Únicamente desde el afecto, la solidaridad y el diálogo podemos llegar a salvar y a salvarnos como especie.
Un trabajo actoral impresionante, una dirección escénica precisa y puntillosa que consigue generar un clima asfixiante y envolvente no carente de humor, de un humor natural como la vida misma que subyace dentro de cada persona y que aparece en la identificación inmediata de tipos identificables de algunos personajes, gracias a la brillante interpretación que se nos ofrece. Una partitura de movimientos tan medida y tan exacta que genera la impresión de estar presenciando un rito dentro de una ceremonia de purificación. La búsqueda de la verdad es un proceso continuo que evoluciona a través de los diferentes caracteres y situaciones, de los diferentes personajes, de las diferentes visiones, que aspiran a ser una única verdad, la VERDAD en mayúsculas. Y la verdad no la encuentran, no te la ofrecen envuelta para regalo, es una labor que el espectador/observante debe extraer del intérprete/oficiante.
Como en todo rito hay elementos purificadores, como el agua o el fuego. También elementos emblemáticos y simbólicos que ayudan a la comprensión del rito: la mordaza, la media negra en la cabeza, el vestido blanco de novia… La búsqueda de la trascendencia grotowskiana.
En resumen la dramaturgia del espectáculo nos oferta una analogía de la realidad actual para partir de lo concreto a lo universal, de situaciones que estamos viviendo en nuestra familia, nuestra calle, nuestro barrio… ampliando círculos hasta llegar al mundo para trascender lo mundano y llegar a lo espiritual. Calderón lo hizo en su tiempo, esta compañía de Producciones Teatro de los Orígenes, que no es más que un laboratorio de teatro, lo ha hecho en el nuestro.
Producciones Teatro de los Orígenes Laboratorio
Ficha Técnico-artística