Teatro Cánovas. 23/03/2012.
Texto: José. A. Triguero | Fotos: web de la Compañía
Era un poeta Antonio Machado, para muchos, de la infancia. Un poeta que conocimos al trasluz de la bóveda oscura de los últimos años de la dictadura real. Fue un poeta manipulado, quien sabe si esa es una parte del compromiso de vivir "en poesía", como Lorca, Alberti o Miguel Hernández, que aparecían en los libros de texto sesgados pero al menos, nombrados. El poeta del patio de Sevilla vivió en el exilio, vivió su experiencia de vida y de muerte.
La Tarasca es una compañía versátil, capaz de navegar en muy variados registros. En esta obra pone en el mismo espacio dos tiempos distintos, el Machado joven y el Machado próximo al viaje eterno. Sus últimos poemas arrojan luz sobre el sentido de lo que somos y de lo que hacemos, también del cómo lo hacemos. Y esta propuesta arroja luz sobre cómo el espacio escénico puede desafiar las leyes de la vida y de la muerte, del tiempo, de los encuentros y de los desencuentros. La naturalidad de la puesta en escena brinda la oportunidad a los creadores de la pieza de fundir la narración, el recitado y la acción con la poesía visual, la danza, la música y las luces. Amén de evocar al poeta y procurar emocionar con sutileza, sin grandes gestos.
El actor Roberto Quintana, o Carmelo Crespo según el día y la hora, interpreta a Antonio Machado mayor y Alex Peña es Machado joven, Diana Noriega baila representando muchas cosas, todas femeninas. Su danza es un muestrario del componente femenino que hay detrás de todo: de la poesía en sí, del propio Machado, de la ausencia, de la muerte, del exilio, de la inspiración o del amor.
"La luz de sus poemas" es una producción oportuna. A veces los homenajes son una buena ocasión para echar otra mirada a nuestros poetas y creadores. Y, en este caso, la tarea no era fácil. La textura que logran al hilvanar biografía y poemas recitados es clara, pero al mismo tiempo conserva la extrañeza, el misterio de lo poético. La interacción de lo escénico, la danza y la música de Rafael García Moreno a las teclas hicieron el resto. La proyección de los textos viste la puesta en escena final pero también crea dos espacios sugerentes por el que evolucionan los personajes.
El paso del tiempo y el dolor de la pérdida son dos cosas que cambian todo en la vida de una persona. Machado a través del sufrimiento y de la mano curativa de la escritura vio el valor de la muerte, que es mucho o poco, pero que tiene el mismo valor que la vida. No hay nada que temer. La vida cobra sentido en un casual serpenteo, "El azar es un exceso de sentido". Lo único seguro es de donde partimos, la casilla de salida: "Estos días azules y este sol de la infancia".
Antonio Machado: La luz de sus poemas
Dramaturgia y puesta en escena: Ramón Bocanegra
Reparto: Roberto Quintana / Carmelo Crespo, Alejandro Peña y Diana Noriega
Música: Rafael García Moreno