Teatro Echegaray. 30/04/2013
Texto: Rosa Parra | Fotos: Daniel Pérez /TE
Con su espectáculo “Psicalipsis Now”, la actriz Cristina Bernal quiere recuperar el cuplé adaptándolo a nuestros días, por lo que se convierte en La Bernalina, una antigua cupletera que resucita en el Madrid de Ruiz Gallardón, y continúa viva hasta nuestros días. Cuenta la historia de la guerra civil y va enlazándola con canciones. Aunque no tiene mucha potencia de voz, como por lo general ocurria con las cupletistas, tiene un timbre bonito y una afinación perfecta. Además muestra su talento tocando el saxo en directo en escena.
Es un espectáculo muy personal, pero utiliza los códigos del género que recrea y juega con el sexo a la manera de antes de la guerra civil: con insinuaciones y metáforas simplonas y que todo el mundo entiende. Usa un lenguaje castizo y quizás, aunque todo el mundo conoce Madrid, se nos escapan muchos detalles, del Madrid urbano actual y de sus triquiñuelas. También utiliza dichos códigos en la interacción intérprete-espectador: hace participar al público y juega con los espectadores del sexo masculino, sacándolos a escena, como se hacía antiguamente en las compañías de varietés.
Con su humor picarón, la Bernalina es una cupletista de izquierdas que se adapta a lo que sea con tal de seguir trabajando y comiendo. Como es un poco ligerilla de cascos, tiene muchas relaciones sentimentales, pero la marcan fundamentalmente tres de ellas: Nicasio, un anarquista al que mataron durante la contienda. Nemesio, un patán pendenciero, chulito y carota que le gorroneaba los cuartos y otro chico más normal y corriente. De todos enviuda y a todo se sobrepone, con su personalidad luchadora y alegre. Cada episodio de su vida da pie a una canción de las que hicieron época y que cantaban nuestras abuelas y madres, a hurtadillas frente a un espejo, emulando el mujerío que no les permitían sacar en aquellos tiempos mojigatos y rancios.
El escenario es un telón negro de fondo. En el rincón derecho, hay unos percheros donde cuelga la ropa que va a usar en escena, a la vista del público, y un biombo detrás del que se cambia. Ese rinconcito simula su camerino. En el extremo izquierdo hay un piano de cola con una pianista, Marita Godínez, que la acompaña en directo con sus canciones y también durante el relato de sus aventuras; pone el acento dramático, juguetón o humorístico que requiera el momento de su monólogo. La maestría de Marita es evidente pues resulta muy difícil acompañar un texto largo y con bastantes improvisaciones que la actriz-cupletista introduce según las circunstancias que se dan en ese momento en escena, ya que el público es un personaje más en esta función. Se han tenido que trabajar la complicidad y la sincronía de forma ardua, para que surja de una manera aparentemente tan natural y espontánea.
A veces, mientras se cambia, le deja todo el protagonismo a la música.
Los juegos que crea son todos muy blancos, muy de la época de la que proviene su personaje. No ha trasgredido nada en la actualidad, teniendo en cuenta que sus antecesoras eran todas unas transgresoras a las que la sociedad consideraba mujeres de mal vivir, o de poca decencia. En este sentido, el vestuario, con el que podría haber perturbado, es muy bonito, pero discretito, sin enseñar ni escandalizar. Las pioneras, casi todas feministas, mujeres de izquierda y sufragistas, eran de armas tomar y no se andaban con medias tintas. Si había que enseñar, enseñaban y si había que trastornar con el contenido de sus canciones o peroratas, lo hacían a hierro. A la libertad mediante el sexo. Las sicalípticas sabían que si se rompen los perjuicios en este aspecto, las personas son más auténticas y luchadoras. No se conforman con la represión imperante.
Si tenemos en cuenta que sicalipsis significa ofensa a las reglas morales comúnmente aceptadas, en especial en materia de sexualidad, el espectáculo es poco innovador, pero recrea muy bien una forma de hacer teatro y una época. En la actualidad, que todo lo referente al sexo es más explícito, no sorprende nada, ni creo que haya sido esa su intención.
Las letras y el ritmo de las canciones propician el que la protagonista invite a hacer coreables, que es como se llamaba antiguamente a que el público coree el estribillo de sus canciones.
Se producen momentos de humor por la confusión que genera el ser un personaje de otra época y le sorprenden muchas de las cosas que ve en ésta. Su monólogo introduce un poquito de crítica política muy popular, ramplona y demagoga, sin profundidad intelectual.
Para terminar simula el fin de fiesta típico en esta clase de teatro-cabaret, en el que va sacando de una cestita piezas de fruta y verdura con reminiscencias fálicas y se las va regalando a las señoras, con un consejito pueril sobre su utilización. Jugando con el equívoco y el doble sentido de las palabras.
El juego dramático que escenifica Cristina nos depara una sorpresa: la voz en off de Esperanza Roy, actriz destacada en este género que quiere ensalzar la producción de la que tratamos, con la que Bernalina se marca un diálogo de besugos, que pone una nota de humor, complicidad y ánimo para este tipo de espectáculo.
La Bernalina
Actriz y cantante: Cristina Bernal `La Bernalina´
Piano: Marita Godínez
Coreografía: Pilar Andujar
Dramaturgia: Alberto Conejero
Dirección: Nacho Sevilla