04/02/2017. Teatro Cervantes. 34 Festival de Teatro de Málaga.
Texto: Gregorio Filograna | Fotos: Elisabet González Muñoz
La frustración del deseo y la miseria moral como caldo de cultivo en una calurosa noche de verano.
La cercanía de la muerte de un anciano patriarca de una acomodada familia sureña hace aflorar las miserias de todos sus parientes cercanos. Mientras uno de sus hijos, exaltado por su esposa prolífica en hijos intenta heredar toda la hacienda, su otra nuera, muerta de un deseo frustrado por su esposo que se refugió en la bebida tras la muerte de su mejor amigo, intenta por todos los medios que éste reaccione ante las maniobras de desprestigio de su hermano para quedarse con la hacienda, sabedora de que su suegro quiere más a su esposo pero para él es demasiado importante que tenga herederos, cosa imposible a causa de su homosexualidad latente y el desprecio que siente por ella a la que culpa de la muerte de su idolatrado amigo.
El sábado 4 de febrero acudí al Teatro Cervantes ilusionado por ver en escena la famosa obra de Tennessee Williams que ya fuera llevada al cine en 1958 por el director Richard Brooks de la mano de gigantes como Paul Newman y Elizabeth Taylor. Me encontré con una puesta en escena curiosa consistente en la habitación de Maggie y Brick con una cama, una mesita de noche y un armario situados en segundo término derecha, unas sillas y un mueble bar en segundo término izquierda y un ventilador colgante a los pies de la cama. Detrás de todo ello una cortina de gasa que simulaba el exterior de la hacienda donde se celebraba el cumpleaños del patriarca.
Debo decir que salí decepcionado de la función por diversos motivos. El primero se debió a que por momentos no se entendía lo que decían los actores y no estaba yo precisamente lejos del escenario, con lo cual no quiero imaginar los esfuerzos auditivos de espectadores en paraíso, más si cabe si a partir de los primeros diez minutos el respetable comienza a toser nerviosamente, ignoro si por este hecho o porque la presentación de los personajes de Maggie y Brick, Maggie Civantos y Eloy Azorín, se hizo demasiado larga. El conflicto existente entre ellos pudo mostrarse bastante antes sin incidir tanto en el deseo desesperado de ella. No obstante, entendiendo que el público no entró tosiendo entiendo que las toses no sólo no ayudaban a que los actores se dieran por enterados, sino que dificultaba mucho más la audición. Entiendo el disgusto, pero nadie entró tosiendo y yo no lo hice. Considero que los actores están trabajando y lo hacen lo mejor que pueden o creen que deben, con sus limitaciones y virtudes o las instrucciones de la dirección.
Mejoró la cosa ligeramente, aunque solo fuera el ritmo, con la entrada del patriarca, Juan Diego en escena, aunque por desgracia a él todavía se le oía menos cuando le daba por susurrar. Su personaje al menos en ocasiones suponía cierto contrapunto cómico bastante agradecido por el público aunque nos topamos con otro problema: la iluminación. No había cambios significativos en la misma, y si durante mucho rato apenas era importante la cama de matrimonio era innecesario tenerla iluminada. No obstante, es un asunto menor si tenemos presente que cerca del final, cuando procedía eliminar la iluminación del escenario nos encontramos con un repentino e inexplicable encendido de luces del patio de butacas.
En definitiva, un buen texto, pero una puesta en escena mejorable y una experiencia que hubiera agradecido tener con menos tos por parte del respetable.