Auditorio del Museo Picasso. 07/10/2012
Texto: Paco Bernal | Fotos: web La Maquiné
La productora granadina de artes visuales y escénicas “La Maquiné” estrenó el sábado 6 en el Museo Picasso de Málaga la obra “El bosque de Grimm”. Este evento abrió la temporada de la programación “Niños en el Picasso. Caja de sorpresas”.
El aforo completo de la sala dice de una programación que ha sabido hacerse un hueco en la vida cultural malagueña en un terreno complicado como el infantil. No resulta sencillo con la crisis que vivimos convencer a los padres de que lleven a los hijos al teatro, pero el Museo Picasso lo consigue.
Rainer Maria Rilke escribió que la única patria de los hombres es su infancia y el espectáculo El bosque de Grimm remite de esa patria, en este caso prefigurada en los cuentos maravillosos que atesoramos en nuestra memoria. Con ellos La Maquiné construye un entramado de imágenes con diversas técnicas plásticas, marionetas, teatro de objetos, teatro de sombras, teatro negro y pantomima.
Pero no es la traslación de un cuento o una suma de cuentos al escenario sino un río de imágenes que entremezcla Caperucita Roja, Blancanieves, Pulgarcito o La Cenicienta.
Van apareciendo las piezas fragmentarias, que reconocemos de esos cuentos. Reconocemos las piezas pero no la imagen final que representa el conjunto, justo al contrario que en un puzzle. No alcanzamos a ver la imagen total que se configura.
Es como construir un hermoso reloj sin contar con el mecanismo que lo hace marchar. Vladimir Propp en su Morfología del cuento, -Rusia, 1928- señaló los elementos narrativos irreducibles más simples, los 31 puntos recurrentes de los cuentos de hadas populares que, como maquinaria de un reloj, hacen funcionar el relato, y La Maquiné los obvia.
La compañía granadina pasa por alto el funcionamiento interno de los cuentos y en consecuencia la narrativa no funciona. Se puede excusar que el teatro no es relato sino conflicto, y ese caso hay que señalar que tampoco en la obra encontramos conflicto sino, repito, una colección de imágenes apenas hilvanadas argumentalmente.
Tales imágenes son a veces hermosas y logradísimas, pero a veces no. Y entonces el invento falla.
Un ejemplo es el arranque de la obra, sin duda la mejor escena, cosa que provoca cierta decepción por las expectativas que levanta, y porque colocar lo mejor al principio desarma el resto.
El bosque de Grimm comienza de manera mágica, hermosa, pero de inmediato da paso a una escena de pantomima técnicamente muy imperfecta con un punto de teatro escolar que hace caer la obra por un sumidero. Y esto se repite, a lo largo del espectáculo a veces disfrutamos enormemente con las imágenes y a veces deseamos que pasen lo más pronto posible.
Finalmente, sin hilo narrativo claro, sin conflicto, apostado todo lo argumental a la memoria que tengamos de los cuentos que se nos insinúan, con imágenes brillantes seguidas de momentos muy flojos la obra llega a producir cierta fatiga.
Y cabe preguntarse, ¿y los niños, qué, lo pasaron bien? A los niños la crítica les importa poco, no fundamentan sus gustos. Sencillamente les gusta o no. Y con El bosque de Grimm unas veces se maravillaban –oh oh- y otras –ris ras- se removían en sus butacas.
La Maquiné
El Bosque de Grimm
Creación. JOAQUÍN CASANOVA Y ELISA RAMOS
Dirección. JOAQUÍN CASANOVA
Musica. MAURICE RAVEL
Adaptación musical y otras composiciones. JOSÉ LÓPEZ-MONTES
Intérpretes. ELISA RAMOS Y MAITE CAMPOS
Espacio escénico, iluminación y proyecciones. JOAQUÍN CASANOVA
Títeres y vestuario. ELISA RAMOS
Diseño gráfico y vídeo. JOAQUÍN CASANOVA
Producción. LA MAQUINÉ. En colaboración con Agencia Andaluza de Instituciones Culturales