27/12/2015. Teatro Cánovas.
Texto: Miguel Ángel Barba | Fotos: El Espejo Negro / Salvador Blanco
"Dedicado a todos los que han despertado y a los que están por despertar"
Esta crónica puede ser leída y recibida de formas distintas si bien se trate de dos grupos diferentes de personas: quienes ya conocen El Espejo Negro y la trayectoria de Ángel Calvente a los que poco más puedo aportarles dado que ya conocen de sobra las capacidades, la calidad que acostumbran a lucir, la versatilidad de ambos, creador y Cía.
El otro grupo lo conforman aquellas personas que aún no han disfrutado de ninguno de los montajes y espectáculos de la compañía malagueña. A éstos últimos solo se me ocurre preguntarles a qué esperan para no perderse lo último e iniciar su relación.
Si bien tengo que reconocer que Jonás el espermatozoide sigue siendo mi favorita, y que con el Piojo Matías o Don Mendo te reías de lo lindo, no puedo dejar de resaltar que el nivel que mantiene cada nuevo montaje de Calvente es envidiable, no decrece un ápice y en Óscar el niño dormido, las diferencias en humor, sorpresa o novedades creativas con las anteriores son compensadas sobradamente con el despliegue de un trabajo de documentación notable, el uso de una paleta de matices en valores sobre los que asienta la historia sobresaliente, así como una enorme sensibilidad en el tratamiento de una situación tan delicada, aun más estando basada en parte en un caso real (muchos recordarán en Málaga el caso de Óscar Lisbona).
Su propuesta desde el inicio es idéntica en didáctica a Jonás; Calvente no se limita a mostrar una situación, una acción y un desenlace, él además hace pedagogía. Y el público lo agradece porque sale del teatro habiendo entendido un poco más de aspectos no muy conocidos como el cerebro, los problemas neurológicos, el estado de coma. No se limita a mostrar unos personajes cargados de ternura o esperanza, no, él hace un himno a la esperanza, un canto de ternura y delicadeza. En Óscar se ve claramente que no se busca la lagrimita fácil, ni siquiera imbuida del espíritu navideño, pero eso sí, quien no se emocione con esta obra, es un tarugo de madera. Todo el espectáculo rezuma una ternura y sensibilidad que no puede dejar indiferente a nadie.
¿Alguien duda a estas alturas de la capacidad de Ángel Calvente para afrontar cualquier temática, por cruda o áspera que parezca, adaptarla a teatro de títeres y salir victorioso? Yo no.
Al margen de mostrar con enorme verosimilitud el trabajo constante en casos de éstas características, poniendo en valor y ensalzando el trabajo de quienes a ello se dedican, así como el tedioso paso y peso de los días en el entorno y familia de quien se halla incurso en un coma, el espectáculo recorre lo que ocurre dentro del cerebro de Óscar con momentos de agudo humor en el que no faltan los malos (hematomas, cardenales o coágulos), con certera escrupulosidad o con onírica poesía en una suerte de rosario audiovisual en el que la belleza de las imágenes de unas vídeo animaciones preciosistas, con una luminotecnia al nivel que merece la obra y una banda sonora precisa, atenta a los guiños y evocadora.
En el plano artístico actoral La Pili, Noé Lifona y José Vera desarrollan un gran trabajo tanto en la interpretación como en la manipulación, sin miedo ni corsés, incluso en los momentos sin base ni apoyo o en la manipulación sin cuerpos. La voz de La Pili aporta un valor añadido con todos los cromatismos y texturas que atesora.
Cuando salí del teatro pregunté a mi sobrino de siete años -el mejor crítico posible- qué le había parecido, su respuesta:
- Al principio no entendía lo que decían porque hablaban con palabras que no sé lo que son.
- ¿Pero te ha gustado?
- No me ha gustado... me ha encantado.
Palabra de espectador privilegiado.
Dirección, texto, escenografía y construcción de marionetas y atrezzo: Ángel Calvente.
Actores y Manipuladores: La Pili, Noé Lifona y José Vera.
Bailora: Olga Magaña
Música: Antonio Meliveo.
Vestuario: Carmen Ledesma.
Edición de imágenes y animación: Greymar Estudios SL