24/09/2016. Teatro Echegaray
Texto y fotos: José M. Cortés
Son ya unos cuantos los años que llevo escribiendo sobre espectáculos en esta revista y anteriormente en su predecesora. Si bien es cierto que habitualmente mi campo no es el teatro, y menos aún el teatro de títeres, no suelo tener problemas en hacerlo para dar con ello mi opinión sobre una representación. Sin embargo, en el caso de esta obra, no lo tengo tan claro porque despierta en mí cierto debate interno, reforzado por las conversaciones que he tenido al respecto con algunas personas que me han dado su punto de vista.
Y es que, Oscar, el niño dormido es una obra que te da que pensar. Que pensar, no solo en la historia que relata, sino mucho más allá. La obra galardonada con un premio Feten este año nos lleva a un universo de emociones, ensoñaciones, conceptos e ideas sobra muchas cosas: la enfermedad, la muerte, las obligaciones, la educación, la empatía, la superación, la lucha, la voluntad, la vocación y la humanidad, y muchas cosas más.
Dicho esto hay que hablar de la obra en sí. Una historia de hospital sobre Oscar, un pequeño que entra en coma, momento a partir del cual El espejo negro nos cuenta, a través de la narración de los enfermeros y su familia, la evolución del niño dormido.
La obra maneja de forma magistral el tiempo y el lenguaje, ya que consigue en los momentos iniciales de la entrada del niño en coma, y mediante la explicación de su nueva situación, meter al espectador en un estado de confusión inicial, mediante un uso apabullante de jerga médica que hace que entres en el estado de shock inicial en que entran los familiares de pacientes que entran en coma. La difícil comprensión de que una persona esté ahí, pero no sea capaz de interactuar, está muy bien de la mano de la hermanita de Oscar, que pone una inocencia maravillosa al servicio de la obra. Son los adultos, los que tratan de naturalizar una situación difícil para todo, a través de la explicación y de la narración de los pasos a seguir en el tratamiento médico.
En todo momento, se trata el tema con una naturalidad digna de enfermeros, que a fuerza de repetir dramas diariamente, son capaces de desenvolverse tranquilamente en situaciones en que los demás nos derrumbamos. Esta naturalidad traspasa la cuarta pared y llega a borbotones en momentos en los que ese muñeco cobra vida, la forma de manipularlo, con una delicadeza que hace real lo que pasa delante de los ojos del espectador, un mimo y una ternura que te transportan a esa habitación de hospital… Es este el punto fuerte, a mi parecer y lo que levanta controversia en algún momento, dado su desnudo realismo, aunque de eso hablaré más adelante.
Técnicamente la obra está cuidada al milímetro y aspectos técnicos que pasan desapercibidos en otras ocasiones son refuerzo para la historia, y lo son de forma esencial. La iluminación es tenue por momentos, intensa en otros y consiguen reforzar las emociones que se están viviendo; contando con momentos preciosos para el fotógrafo por los juegos de sombras con las cortinas, y haciendo un uso inteligente de las proyecciones en los momentos oníricos.
Otro apartado de especial interés es la interpretación de los actores, muy cuidada y trabajada llamando particularmente la atención el juego de roles de los tres actores, su actitud en cada papel y la modulación vocal muy bien llevada de principio a fin. Dentro de la interpretación, cabría hablar de la manipulación de los títeres que consiguió hacer que cobraran vida.
En conjunto se puede decir que la obra no tiene fisuras, mantiene un ritmo adecuado, es entretenida y consigue emocionar a la audiencia. Pero, como decía anteriormente, hay algo de controvertido en la obra y es, en mi creencia personal, la propia motivación de Angel Calvente. Aquí veo entre líneas, quizá erróneamente, una apuesta por conseguir rizar el rizo… ¿cómo?, pues vamos a buscar un tema “tabú” para los adultos, y lo vamos a tratar con realismo, con naturalidad y con cierta visión positiva y además, lo vamos a hacer para niños. Es decir, el más difícil todavía. Desgraciadamente no he podido entrevistarme con ningún niño o niña de los que han visto la obra, pero después de verla, me pregunté: “¿esto es necesario?, ¿a qué niño le hace falta esto?”.
A ver, es indiscutible que Calvente consigue su objetivo en gran medida. Como ya he dicho, la obra es emocionante, cercana, y técnicamente perfecta. Sin embargo, también es ciertamente traumática. Con esto no digo que no haya que romper tabúes, está claro que las enfermedades también afectan a los niños, que también se mueren y que dejar que los niños conozcan un poco más de la realidad puede ayudarles. Entiendo que a una parte de niños que tienen cerca una situación así, o de muerte, les puede venir bien acercarse a la historia de Oscar, pero, para la mayoría, considero que es un impacto en la línea de flotación de su inocencia. Creo que tenemos toda la vida para enfrentarnos a situaciones desagradables y estar obligados a superarlas es condición de cualquier ser vivo, pero creo cada cosa tiene su momento, y no veo claro que para afrontar la enfermedad sea el mejor la niñez.
Guión y dirección: Ángel Calvente.
Actores-manipuladores: La Pili, Noé Lifona y José Vera.
Música: Antonio Meliveo.
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