23/04/2020 Verso Libre
Poema: Guillermo Busutil
La cultura, querido Busutil.
Hoy celebramos en Verso Libre este 23 de abril, Día del Libro, con uno de los grandes nombres de la cultura, Guillermo Busutil. Premio Andalucía de la Crítica, Premio Ateneo,... Lleva ya muchos años dedicados a la cultura en su faceta de autor y también como periodista. Entre sus libros más recientes: La cultura, querido Robinson; Drugstore; Noticias del frente; Vidas Prometidas;... Hoy descubrimos al poeta secreto que no nos quería mostrar. Y que abusando de su generosidad, compartimos con vosotros en un día tan especial. Pese a virus, alarmas y cuarentenas... ¡Feliz Día del Libro!
No es mi despacho un bodegón con naturalezas muertas
sobre la fugacidad de la existencia y la disección de la luz.
Tiene libros cuyas voces hormiguean en lenguas extranjeras
En guardia su perfiles cicatrizados por mis manos,
Su brújula y su compañía en travesías sobre un mar en blanco,
Aguardan otros en pie su silencio sobre el suelo
A ser descorchados por mis ojos, su vida entre mis manos.
Hay mapas de las islas, de los cabos,
de los arrecifes y de las ensenadas,
en las que rompió aguas mi imaginación,
dónde mantener firme el timón al pairo de las olas,
o a salvo reparar los desperfectos de las batallas,
y en las que restañar la conciencia y el dolor
de haber dejado peces muertos en el fondo del corazón.
Vigilan desde las estanterías,
igual que sombras de lo que fue una aventura,
objetos de la experiencia, piedras de ciudades,
fotografías de afectos y de lugares donde sucedió un cuento,
enseres y chirimbolos a los que devolverles su ánima
con tan sólo acariciarles un recuerdo entre las manos.
Y no faltan en esta habitación bitácora
de los viajes en escalas de mi viaje inacabado
los navíos fantasmas de un vino feliz de Turquía,
el de un brindis de hermandad de sangre en Lisboa,
el corsé tintoretto al cuello de un monólogo de Burdeos
frente al conjuro de las llamas gimiendo fondo,
las esfinges de una etiqueta dorada de Alejandría,
el último trago de una ruptura en Venecia,
el embrujo de grosella y canela de un Pago de Almaraes
sobre el fruto negro de un ombligo en Tánger,
la leyenda de un cabernet madurado con meteoritos de Chile,
al borde de la arena húmeda la copa de Fürstenberg
en cuyo corazón de vidrio sucedió un naufragio,
de carne y sueño el contrabando de un deseo
en brazos de un Schatz terciopelo y sotobosque.
Desde lo alto, abrigados entre juguetes de infancia,
literatura de cábala y catálogos de arte,
asecha su secreta naturaleza de mascarones de proa,
su metáfora de velas de foque, de trinquete y de génova
a punto de encender el fogonazo de una escritura,
el destino de una orilla que aguarda que un día me decida
y le ponga un poema a cada vino con el que he vivido.
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